Pseudorrealidad

La vida de uno la construye uno, o una en su caso. Y cuando se camina por la vida, se da una –o uno- cuenta de que construimos todos con un material al que llamamos “realidad”, a la cual nos despertamos cada día y que viene siendo eso, lo que su propio nombre indica: la Realidad.

La materia con la que contamos para construir nuestra vida, para realizar nuestros sueños, para lo que sea que estamos aquí y decidimos en cada paso y según cada punto de vista es esa: la Realidad. Hasta aquí todo claro, ¿no? Obvio.

Bien. Esa realidad, que se nos muestra en la mayoría de los casos terca, limitada, difícil o despareja con nuestros sueños y aspiraciones más profundos y antiguos, por una razón o por otra y en un grado u otro. Y se va construyendo en cada presente. Cada decisión la moldea. Las mías, las del mecánico del garaje donde paso la ITV, las de la Kardashian, las del dueño de la cadena de TV que le paga sus cosas a esa señora, las de una ministra o las del papa. Un momento, para quieto ahí…

Las decisiones que toma el dueño de la cadena que le paga sus cosas a la Kardashian, las de la ministra o las del papa, mueven muchas más toneladas de realidad que las mías. De hecho, si miro bien, hasta puedo darme cuenta de que lo que esas personas mueven, afecta a mi capacidad de movimiento. Glub.

Porque en un mundo donde muchos minutos y aspectos de las vidas de mis conciudadanos son determinados por la Kardashian, el dueño de la cadena de TV, la ministra y el papa, ese hecho DEFINE la realidad que las personas viven. MOLDEA sus opiniones, sus gustos y su modo de pensar. Y marca pautas en la realidad en la que uno se mueve y con la que contamos para construir un camino.

SÍ; LO HACE. De muchos modos y con implicaciones a todas las escalas y no sólo para ellos.

Ya que yo un día salgo a la calle a comprar al Maradona de turno y cada vez más, me parece que vivo en una realidad fría, adormecida, ramplona y tirana, donde los que despiertan –que son más de los que parece, en mi experiencia- tienen que sostener una titánica lucha -no ya por ser quienes son sin esclavitudes sociales- sino por no volver a dormirse.

Porque la realidad que uno o una vive día a día, cambia mucho en función de lo que se ve, oye y siente en cada momento y por mucho que nuestra vocecita egoísta y auto-indulgente, nos diga que estamos sabiendo distinguir la tele-pantalla de la vida real, no lo estamos haciendo.

Si no fuera así, la realidad no se parecería cada vez más a las tele-pantallas, a todas ellas, con Internet a la cabeza del ranking como generadora de modos de pensar y de modas a las que apuntarse con furia desesperada.

Y no es lo mismo escuchar todo el rato “en-plan-mazo-súper-así” entre cada dos frases de parloteo insustancial o repetitivo, todo el día sin descanso, y que si el partido, la última de Netflix y Maroto el de la moto… no es lo mismo esa repetición continua de mensajes archisabidos, sin contenido transformador verdadero -o con algo pero de muy escaso valor- que oír las voces del corazón de las personas.

Las voces reales del corazón de las personas a veces contienen naderías, si bien siempre van acompañadas de una verdad. No son básicas, ni tampoco alambicadas: son sinceras y no pintan el mismo paisaje, ni nos afectan del mismo modo, ni generan la misma realidad.

Hemos permitido que nuestros sueños los fabriquen otros. Y nuestra voz del corazón, con ello, se confunde, trastabilla, se obceca y acaba por guardar silencio.

Me voy a la cama la mayoría de los días sin haber escuchado una verdad de alguien, o presenciado una emoción pura sin juzgar si es “buena o mala”… simplemente real, verdadera, espontánea. Sin haber oído una idea diferente, un punto de vista nuevo, algo que me haya hecho moverme una mínima pulgada de donde estaba ayer.

Y miro a mi alrededor, a la naturaleza y a los humanos, a todo lo que está a mi alcance y veo por mi propio ojo que si existe una verdad constatable, es que todo cambia, que nada permanece.

Es una ley en mi experiencia vital, es la realidad que yo veo suceder. Y entiendo por qué todo efecto o actitud inmovilista, repetitiva y conservadora, acaba generando un conflicto con esa realidad incontestable. Si no me muevo ni una pulgada, un día me veré obligado a dar un salto que tal vez no esté en condiciones de dar. Es cuestión de tiempo. Tratar de retener el agua del río del que soy parte, es simplemente descabellado.

Y me tengo por una persona medianamente pragmática.

Puedo intentarlo y hasta tener cierto éxito temporal, desde luego, pero antes o después, la vida se mostrará tercamente acabadiza, finita y ornada con una serie de fealdades que, si no acepto, me acabará afectando de muchos modos y muy desagradables todos. Y me arrastrará.

Lo que pasa, es que en esos días en los que nada nuevo sucede, ni dentro ni fuera de mí –en esa estabilidad tan codiciada y aletargadora- el tiempo también se me presenta desnudo y a gatas, como queriendo decirme: “nada me ha vestido hoy: he permanecido sin adorno, sin huella, sin identidad, sin cuerpo. No me has notado pasar, no me has hecho caso, has elegido la inconsciencia.”

Y le miro con los ojos muy abiertos, porque el jodío tiene más razón que un santo. Y por más que mi ego le quiere llamar Gollum y decirle que se calle, porque mi tesoro es esa inconsciencia y la quiero, tengo que admitir que está en lo cierto.

Si ni siquiera soy capaz de adornar mi tiempo de vida consciente generando recuerdos nutritivos con mi presente, de vivir momentos que alimenten mi yo futuro con una vida experimentada en profundidad, ¿a qué cojones he venido a esta fucking pista americana gimkana llena de trampas?

Muy placentera también sí. Ya. A eso se da la mayoría, de un modo u otro. Pero el placer conlleva dolor, la fealdad está ahí y se habrán de equilibrar, en cada caso a su modo, pero habrá que hacerlo. ¿Y cómo se hace eso? Con verdad.

Se puede uno atragantar de verdades o de Verdad, cuando la vida decida azotar con el dolor, la enfermedad, la vejez y la muerte, la pérdida, etc… que van a aparecer sí o sí; así que o vamos haciéndonos poco a poco a la idea, en el día a día, o antes o después nos recolocará la vida y puede ser muy doloroso si se ha vivido en mentiras.

Aceptando la verdad en cada momento y dando verdad al mundo, es la cura preventiva y la medicina que ya tendremos preparada cuando más la necesitemos. Y esto, de practicarse con rigor, constancia y amor, tiene un efecto colateral muy interesante: dotar de contenido a la vida.

Porque es la verdad la que llena al Tiempo y le da forma. Son las emociones las que lo colorean. Y son las ideas nuevas, las que lo estiran y hacen crecer. Porque la vida debe llenarse de vida.

 Cago’n deu y aquí nadie parece darse cuenta.

Y se defienden a muerte cosas inanes, que no son más de un pasatiempo irrelevante: el reguetón, tele cinco, el fútbol y el pedo de fin de año, todo aquello que mantenga la rueda sin moverse, todo aquello que siga llenando los tiempos de vida de bolas de grasa, azúcar hinchado y buenos deseos correctos.

Y de autosatisfacción indolente, y de odio contra alguien o algo, que de algún modo hay que desahogar la sensación que en muchos y muchas late más o menos asfixiada -en un fondo muy profundo de la conciencia- de vida de mierda, porque de mierda llenan su vida.

De emociones mediocres y condicionadas, de auto-represión de las verdaderas aspiraciones, de infantilismo mental, de sexualidad tarada, de ideas sin fundamento, de elaboradas argumentaciones para defender idioteces, de ausencia de profundidad en la experiencia vital, de envidia-resquemor-amargura en cualquiera de sus formas y manifestaciones, de relaciones sin peso ni verdad, de cesión de su verdadero poder…

…de autoyo-mi-mi-mi-yo-yo-yo, de mentiras fabricadas para consumo diario, de sensación de hartazgo de una vida sin propósito ni dirección, de aceptar el desamparo y la falta de protección de una sociedad-estado-sistema que debería cuidarle, de pobreza y miseria de pensamientos, de palabras, de actos y de sueños, de tapar agujeros del alma con compras, cruceros y celebraciones…

¿No es acaso mierda todo eso? ¿Y no es plena y conscientemente elegida? Y políticamente correcta, desde luego.

¿Cuántos estamos dispuestos a ejercer la autocrítica? ¿Cuántos realmente a darnos cuenta de que estamos empleando la totalidad de un precioso tiempo de vida y aprendizaje, un tiempo que NO SABEMOS CUÁNTO VA A DURAR, en naderías? ¿Y que eso no depende de lo que haga, sino de si realmente me estoy enterando de lo que estoy haciendo, por qué lo hago y para qué?

¿Cuántos y cuántas se atreven a mirarse en el espejo de la verdad, no sólo el de la auto-complacencia ni el del auto-castigo, para verse completos y sin autoengaños? ¿Cuántos /-as entienden que si no hacemos esto, no hay vía de escape al mundo duro y feo que podemos estar dejando a nuestros sucesores y descendientes?

Por eso nos llaman guerreros, con mucha humildad, a los que emprendemos ese camino: el camino de la verdad del corazón. Porque es difícil, arduo, costoso, duro, árido y nos puede dejar muy solos y a eso, no hay mucha gente dispuesta.

Porque si realmente queremos que nuestra vida, nuestra realidad y por tanto nuestro pensamientos, palabras, actos y lo que nos rodea en nuestra cotidianidad sea verdad, hay que atarse los machos, o las hembras, y emprender ese camino.

Un guerrero verdadero -en este sentido- lo es, porque lleva tiempo recorriéndolo. Lo único que le diferencia de los que no lo son, es que es consciente de su pequeñez, de su fragilidad y de lo escaso de su tiempo.

El guerrero o guerrera, el Buscador/-a de la Verdad, aprende el Amor amando y con ello, entendiendo cuántas formas puede tener el Amor. Lo incorpora generándolo día a día en pensamientos, palabras y actos y dejándose enseñar por la experiencia real, que le dice una y otra vez que todavía no ha entendido lo que es el Amor de verdad. Y todo lo hace porque ha conseguido permitir que ello surja natural y espontáneamente de su corazón, ardua tarea.

Ama hasta entender que el Amor está también en la Muerte y cuando lo descubre, comprende que hasta que eso no se ha comprendido, no se ha comprendido nada.

La razón occidental se revuelve y aúlla, tan ella, en el lugar donde vivo.

Vivimos con miedo a la verdad.

Ese el mayor miedo de la sociedad y los individuos. También es la mejor tierra de labranza para criar ladrones, corruptos, violencia, ignorancia y miseria. Quienes lo fomentan, lo saben. Sí, todo el mundo te dirá que la verdad duele y todo eso. Todo el mundo conoce el dicho, pero nadie –o casi nadie- lo afronta hasta sus últimas consecuencias.

Ni siquiera son capaces –la mayoría de las personas que he conocido en mi vida- de comprender las implicaciones de ese dicho, fuera del alcance de su ego. Tengo estudio de campo de 37 países y en seis idiomas, no pretendo saber nada con certeza absoluta, pero cuento con margen para sostener lo que digo.

Cuando la palabra Muerte te lleva directamente a un lugar feo, sea de miedo, de reacciones morbosas, ideas psicopáticas, escapismo o fanatismos de cualquier índole, preocúpate. Estás contaminada/-o de un virus muy peligroso. El virus del miedo a la verdad. Y ese virus te lo han metido entre la Kardashian, el fútbol, la Charlize anunciando Dióóóg, el cole, la Uni, la empresa de trabajo temporal, el papa, las compañías de seguros y el telediario de las 3, en esta parte del mundo.

Una verdadera cerca de basura para el intelecto humano, para el corazón humano, diseñada para impedirnos ver la verdad, hasta no saber distinguirla. Los pocos que tenemos la seguridad suficiente económica y de vida, los que no tenemos que emplear nuestras energías en subsistir como podamos, los que disponemos de tiempo y medios para hacer el favor a la Humanidad de avanzar intelectual, emocional y espiritualmente… nosotros que podemos, nos dedicamos a honrar marcas y cuentas bancarias, a consumir mierda a granel, a permitir que nos humille la empresa o político de turno y a odiar o desconfiar de quien sea. Y a sostener mentiras entre todos.

¿Cómo, entonces, vamos a poder dirimir ninguna cuestión social importante, si grandes masas de ciudadanos eligen forjar su intelecto y moral en lo superfluo o en lo inmediato? ¿Cómo abordar ningún asunto de trascendencia, si ni siquiera se puede discernir lo que es importante y lo que no? ¿Cómo dar pábulo a las opiniones vertidas con tanta furia  de tanta pseudolaconchadetuhermana, cuando se vive con miedo a la verdad?

Si no se sabe distinguir al ladrón del generoso, al corrupto del servicial, al que habla con verdad del que no, es porque no lo ponemos en práctica y por tanto, no podemos saber qué pinta tiene eso de ser sincero, honesto, íntegro y descarnado y lo que cuesta hacerlo.

¿Qué solución pues, vamos a buscar? Si no hay vocabulario suficiente para designar objetos y emociones, verbos y situaciones, si el lenguaje se empequeñece para crear una realidad borrosa donde no hay matices, ni profundidad, sino gritos de pasión irracional, frases ingeniosas, memes, propagandas, correcciones políticas y mercadeos varios… ¿qué puñetas vamos a votar?

Si lo correcto es no decir las cosas como son y lo practicamos con fervor para ser admitidos socialmente, ¿qué vamos a generar en estas condiciones, sino una pseudorrealidad, llena de pseudocosas?

Esto es lo que hay y esto es lo que –desde mi humilde punto de vista- no estaría de más tratar con rigor y sabiduría. Porque los Buscadores de la Verdad estamos ahí, buscando, sufriendo acosos múltiples, tratando de entender y –en la medida de lo posible- de ayudar. Echadnos una mano, por lo que más queráis.

Porque la aspiración de un Buscador de la Verdad, es transformarse en un Desvelador de Verdades. Y sin vuestras verdades, no tengo sentido. Yo quiero desvelar. Nos va mucho en ello, a todos. Demos verdad al mundo, cada uno la de nuestro corazón. No se me ocurre mejor modo de disipar la nube de mentiras que nos invade.

Me lo estoy imaginando y me lo gozo….

Me equivoqué de planeta

Sí, la cagué. Y he tardado sin cuenta años en percatarme de ello.

Cuando vine a la Tierra, lo hice atraído por el brillo de las luces de la ciudad en la noche, por el aroma del mar de verano y por el placer del amor carnal entre espigas mecidas por la brisa. Sí, muy poético todo y muy de verdad para mí. Me llamaban a este lugar la leal camaradería de los hombres, la sublime belleza de las montañas boscosas, la transparencia de las aguas dulces de ríos y arroyos, la amorosa fortaleza de las mujeres, la bondad y cuidado de los gobernantes, la pasión por el conocimiento… ya te harás una idea de que se fue a la mierda todo.

Lo primero fue que me llamaron iluso, estúpido, crédulo, pusilánime. ¿Adónde me creía yo que había venido? Hay que ser realista, me dicen desde que recuerdo. Y realista significa aceptar que los que hablan de Dios y amor al prójimo violan a los niños y apoyan la violencia de Estado; que los líderes de la sociedad que juran servirla nos roban y extorsionan (en el mejor de los casos, que esto es estado del bienestar) y que a lo máximo que puedo aspirar es a pasar toda la vida trabajando para no morirme de hambre, frío y soledad, pagando por todo, cobrando casi nada y –eso sí- con título de ciudadano. Ciudadano del averno.

Con un poco de suerte y realistamente hablando, fui informado de que daré con una pareja que estará tan presa como yo de esta realidad, pero al menos nos podremos consolar mutuamente viendo idioteces en la tele y bebiendo y drogándonos para olvidar tanta mediocridad… mientras presenciamos como otros –a los que me han dicho que debo admirar y envidiar pero nunca equipararme a ellos- nunca trabajan y pasan la vida de fiesta en fiesta, en una abundancia obscena cuando es el resultado de la escasez de muchísimos otros. O ganan millones por hacer nada de valor o por elaborar modos de robar finamente, que hay que tener clase para todo.

Una suerte la mía, sin duda, que ha hecho que no naciera en un lugar azotado por la violencia de la guerra o donde un día pudiera venir una banda para secuestrarme y mandarme a la otra punta del mundo a servir como esclavo hasta morir de asco, pena y miseria, para que los guays lleven su ropa hipster y su Smartphone pro. O para sacarme los órganos y venderlos a quien los puede pagar, que este mundo real está lleno de lindezas.

Sí, una suerte, también la de haber nacido hombre, pues así –habiendo conseguido llegar a la edad adulta sin que me violen, me maltraten más de la cuenta o me exploten en una mina de coltan- al menos no corro el riesgo de que me encierren en un club de carretera para que los gañanes del lugar me la metan por donde les parezca, a cambio de unos billetes que se quedará en gran parte mi chulo. Ni me veré en la tesitura de que un día el hombre que amo me abra la cabeza a martillazos, ni que me paguen menos por tener chocho o me encierren en un burka.

Sí, qué suerte tengo. Así que siempre puedo escoger no ver, no oír y no comentar -como los monos esos- toda la inmundicia humana y regalarme con mi vida mediocre de clase media. Esa es la libertad realista.

Y los demás, los que sufren, los que se ahogan en pateras, los que sobreviven a duras penas en las fábricas esclavas de Nike, Zara y Apple, los que mueren robando petróleo de los oleoductos de la Shell y la Texaco, los que hurgan en la basura para comer, los que viven en la calle, los que sacrifican su vida entera trabajando para malvivir y malmorir olvidados de la sociedad a la que han contribuido, que se pudran.

Eso es lo que me han enseñado, pues eso es lo que se ha creado en esta Tierra. A eso se llama éxito. A que no te pille la desgracia, a salvarte de la miseria, atascarte cada día de tu vida en un coche caro y dormir en un chalet. Porque lo que es vivir, los del éxito viven en la oficina.

Así que debo sentirme afortunado por vivir en un lugar donde la basura no se acumula a la misma entrada de mi chabola, donde mi familia no perece de hambre o por falta de salubridad, pero donde tengo que estar obligado a estar en continua alerta para que las empresas no me timen, para que en mi trabajo no me exploten más de lo legalmente permitido y para que quien me gobierna no me robe. Y donde debo entregar mi tiempo de vida a cambio de lo mínimo posible, no sea que me vaya a dar una sobredosis de salario. Afortunado por vivir en una jaula rodeada de mierda.

Una suerte loca, la que tengo cuando tomo conciencia de que lo poco que podamos conseguir socialmente, ha de ser con violencia, pues violencia es la ley de los que mandan y de ningún otro modo –nunca- se han conseguido avances sociales. Hay que rebelarse, hay que luchar, hay que gritar y enfrentarse en la calle, porque así lo dictaminan los que tienen la sartén por el mango. Si quieres una vida pacífica, si no quieres enfrentarte y usar la violencia, si crees que la bondad y el sentido común prevalecerán, estás destinado a que el primero que pase te pisotee, sea jefe, alcalde, presidente, banquero o vecino abusador. Qué dicha la mía.

Me equivoqué de planeta, sin duda. Y ahora estoy aquí encerrado, sin posibilidad de salir, obligado a comerme la existencia entera sin saber lo que durará. Porque yo no soy de los que se suicidan, por más que tenga razones sobradas para ello. Por más que me haya equivocado de planeta, mi respeto por la vida y mi amor hacia mí mismo me impiden por completo cometer tamaña brutalidad.

Pero es que la vida aquí no es hermosa. Es una putada. Podría ser maravillosa, desde luego, y no dudo de que lo sea para muchos (o al menos eso espero, prefiero creer que soy yo el inadaptado y que llegué a un sitio en el que no encajo ni con calzador…) pero este modo de vida no es hermoso. Y ya me ha costado reconocerlo.

Llevo toda mi vida tratando de convencerme de lo contrario, porque todo el mundo te lo dice:

“…hay que ser feliz, chaval, elige tu equipo de fútbol favorito y las tiendas y bares que te gustan, ya verás como lo consigues… Un pisito pagado a costa de tu vida entera, unas vacaciones en las que siempre estarás pendiente de que se van a acabar, unos amigos que estarán tan atados como tú a la rueda… y si tienes inquietudes, métete en una ONG y ya verás como en cuanto veas el sufrimiento ajeno, se te quitan las ganas… ¡ah! y cuida mucho de juntar pasta, que lo mismo cuando llegues a viejo te ves arrumbado en un hogar social, olvidado del mundo… ¿qué no es tan fácil juntar pasta? Vaya hombre, qué contrariedad”

Lo que yo llamo un planazo. Pero bueno, están los libros, las pelis, Internet: lo que se llama el carpe diem, que ha acabado por equivaler a no pensar en el futuro, porque se presenta tan oscuro y terrible, que mejor no mirar… mejor matarme a pajas viendo porno gratis (eso sí es gratis, mira tú) y encajarme varios litros de cerveza o vino todos los días, fumar canutos y soñar con un éxito que cuando llega (si tengo suerte, claro, que eso es para muy pocos), es como un espejismo que te deja desconcertado al esfumarse.

Porque por mucho éxito que tenga, los gobiernos siguen siendo los que detentan el monopolio legal de la violencia (lo llaman policía y ministerio de defensa), la destrucción medioambiental del planeta sigue su curso, la estupidez masiva se expande como los chismorreos, los poderes financieros siguen sumiendo a la población en la escasez y las religiones siguen manipulando y destrozando almas.

Y si el éxito es conseguir no temer que el día de mañana acabe en la calle desahuciado por no poder pagar, lo cual sólo podré conseguir a fuerza de entregar todo mi tiempo de vida a cambio de un sueldo cada vez más mísero (si tengo la suerte de tener un empleo, claro está), pues eso: ¿dónde coño está la felicidad? Debe estar en la inconsciencia y en la ignorancia supina, a juzgar por lo que veo a mi alrededor.

Soy hijo de una cultura que ha impuesto a sangre y fuego su visión totalitaria de la existencia, que ha sojuzgado y destrozado lo que ha encontrado a su paso para saquear e imponer su tiranía y van y me dicen que debo ser patriota y sentirme orgulloso de mi herencia cultural. Al menos ahora no me obligan por la fuerza…

Lo que viene siendo una mierda como el Burj Khalifa de alta. Si algo tengo claro hoy, es que la felicidad es una zanahoria para burros. Para mí ya no es importante esa engañifa. Lo único importante para mí ahora, es dar con la puerta de salida y dejar atrás y para siempre esta ilusión que llamamos vida en la Tierra.

Yo había creído venir a otra Tierra, igual a esta en vida natural y en belleza (porque eso sí, ¡que hermosa es la Tierra!), pero poblada por seres humanos bondadosos y sabios, embarcados como sociedad en el cuidado de nuestro hogar, colaborando para crecer juntos, cuidando los fuertes de los débiles, lanzándonos a la aventura infinita de conocer, de explorar, de evolucionar; donde el amor es norma, la verdad moneda de cambio y la compasión ley natural… menuda metedura de pata. Sí, que iluso soy. Qué estúpido.

Aquí las personas bondadosas son llamadas necias, las pacíficas son abusadas por las violentas, las inocentes engañadas por las maliciosas, las indefensas extorsionadas por las poderosas y las ignorantes mantenidas en la oscuridad. ¿Que no siempre es así? No, y es por eso que aún consigo conservar un mínimo de alegría para seguir viviendo. Pero yo no vine aquí a sobrevivir en mínimos, en medio de tanto horror de violencia, mentiras, abusos, extorsión, explotación, escasez, ignorancia, manipulación y miedo. Yo vine aquí a vivir en plenitud y sin duda, sin duda, me equivoqué de planeta.

Voy a seguir –empero- denunciando lo denunciable y combatiendo lo combatible hasta el fin de mis días, no porque crea –honestamente- que vaya a servir para algo, sino porque eso es lo único que para mí, le da sentido a esta sinrazón. Voy a seguir construyendo mi camino, porque la esperanza para mí, hoy, es salir de aquí y no regresar jamás. Pues no tengo –hoy por hoy- la fuerza de un Siddharta Gautama o de un Emmanuel Cristo para aplicar una palanca que genere un cambio. Porque mi compasión no llega a tal punto, ni mi capacidad de perdonar y comprender. Tal vez lo alcance algún día y si es así, lo haré saber, igual que hoy lanzo estas palabras al mundo cargadas de tristeza, de cansancio, de desconcierto y de decepción.

Yo creía que el ser humano era bondadoso e íntegro. Yo creía que la vida en esta Tierra iba a ser gozosa. Yo creía que iba a sentir el toque de la divinidad hecho materia aquí. Vaya chasco. Y aún así, conozco suficientes personas buenas e inspiradoras para mantener viva la chispa de la esperanza.

Gracias a todas las personas verdaderas y bondadosas, desde el fondo de mi corazón. Sin vosotros y vosotras, esto sería el último rincón del infierno.

Querido papa católico:

Te escribo a ti porque eres la cabeza visible de eso que se llama iglesia católica, y os llamo así con minúscula, porque creo que las mayúsculas hay que ganárselas. Esta carta lleva décadas gestándose en mí y hoy, por fin, ha comenzado a salir. Supongo que porque he conseguido no escribir con violencia, ni con rencor, ni con rabia. Me ha costado, papa, mucho. Tengo demasiadas razones para estar muy cabreado contigo y los tuyos, por eso estoy aquí con unas preguntas que hacerte, para aclarar quienes sois en mi cabeza y en mi corazón, ya que no consigo entender que comportándoos como lo hacéis, aún dispongáis de tanta influencia y poder.

A lo mejor vuestro poder proviene precisamente de cómo os comportáis.

Y te escribo para –sobre todo- descargar de una vez todas estas cuestiones y sacarlas de mí para siempre y de una vez por todas, porque el daño que le habéis hecho a mi modo de percibir y vivir la realidad, el amor, el sexo, la espiritualidad, la sociedad, la naturaleza humana, el poder y la compasión es profundo. Os quiero devolver todas las sinrazones y aberraciones que habéis instalado en mí y en la civilización occidental, porque son vuestras y solo vuestras. Pero lo hago a título personal, consciente de que muchas personas no están de acuerdo. No sé cómo lo verás tú, Paco. Y te escribo en paz, sin ánimo de conflicto, con intento de esclarecimiento y cura.

Consentís y alentáis de modo subrepticio el fundamentalismo en vuestro seno, habiendo generado fuertes y vigentes corrientes históricas de intolerancia y fanatismo, siempre con un único fin: mantener y aumentar vuestro poder.

Por ello, para mí es increíble que vuestro poder esté todavía sustentado -en última instancia- en vuestra autoridad moral y espiritual. Vivo con el asombro de que aún la conservéis y no dejo de pensar en hasta qué punto habéis sido buenos en algo: generar una estructura de poder supremo y mantenerla viva y activa durante siglos. Un poder que se ha establecido –y sigue manteniéndose- por medio de violencia, abuso, mentiras, manipulación y connivencia activa con un sinfín de horrores cotidianos que decís combatir.

A ver, papa, con toda mi buena intención, que a lo mejor yo no lo veo: me gustaría saber en qué predicáis con el ejemplo –según aseguráis- el mensaje de ese Cristo al que me habéis dificultado mucho conocer, ya que no me dejáis llegar hasta su verdadera enseñanza. ¿Dónde está la igualdad de los humanos, dónde el amor, dónde la sabiduría en vosotros? Me explico con los ejemplos que me habéis dado:

– Os prohibís a vosotros mismos la vida conyugal mientras les decís –e imponéis, si se os permite- a los demás, cómo vivirla. ¿De verdad creéis que alejarse de la vida real es el mejor modo de entenderla y –por ende- trascenderla? ¿Qué servicio le hacéis a qué dios al renunciar al sexo y al amor –al menos de boquilla- en tanto predicáis cómo debe ser lo que aseguráis que no conocéis?¿Cómo alguien que tiene prohibido vivir en pareja le puede decir a los demás cómo hacerlo?

¿Basándose simplemente en un libro, por muy sagrado que sea? Un libro que mezcla verdades eternas con aspectos locales propios de épocas ya pasadas… ¿o no han pasado aún y seguimos en la Galilea de hace dos mil años o en los desiertos de Medio Oriente hace aún más tiempo? Un libro que habéis manipulado y utilizado a capricho, en función de vuestra mera conveniencia.

– Os permitís, en tanto os reprimís una saludable y sagrada vida sexual, la peor aberración que pueda existir: abusar de la inocencia infantil, corromperla y pervertirla. Protegéis a los vuestros para que eso siga sucediendo. Este hecho por sí solo os invalida por completo como institución, pero hay muchos más. ¿Este es el modo que proponéis de santidad? ¿De conexión con lo Divino? ¿Esa es la altura moral y espiritual de vuestra institución?

– Siempre que podéis, establecéis alianzas con gobiernos tiránicos, violentos y crueles y las apoyáis con todo lo que tenéis, a su lado, como actores activos de represión… ¿en nombre del amor de Cristo? Y cuando se consigue sacaros de en medio –pagando mucha sangre y muchos traumas que no dudáis en ocasionar- ni siquiera tenéis la decencia de pedir perdón y corregir, no digo ya de curar lo que habéis ocasionado… y no volver a repetirlo.

Como español de nacimiento, bautizado a la fuerza y obligado a ir a misa de niño, y habiendo viajado por muchos países de varios continentes, veo a mi alrededor a diario los desastres –desde los más recientes a los de hace cientos de años- de vuestra secular y recurrente intervención y cómo aún os aferráis a la silla, todavía pretendiendo ser autoridades morales y manipulando sin escrúpulos a millones de personas que confían en vosotros y –alucinantemente- no ven quiénes realmente sois.

– Os proclamáis los herederos de un Maestro (para mí él si tiene mayúscula, se la ganó sin duda alguna) al que habéis traicionado en todos y cada uno de sus mensajes y enseñanzas de modo deliberado, intencionado y continuado. Por ejemplo, relegando a la mujer a un papel de segundona o sirvienta y siempre a las órdenes de los hombres. Limitando el avance del Conocimiento Humano. Esclavizando pueblos en nombre de la libertad. Masacrando mientras gritáis que venís a salvar. Dando un uno por ciento de lo que podríais dar al planeta entero –dado vuestro poder e influencia-: lo mínimo para justificar vuestra naturaleza compasiva frente a los que os siguen…

…expoliando a naciones enteras de su patrimonio y riqueza. Sosteniendo a dictadores crueles y violentos, apoyando a las clases dirigentes opresoras y siendo una de las patas –y más claros ejemplos vivos- de la desigualdad económica y la injusticia social.

Papa católico, obligar a alguien a seguirte a ciegas y alimentar su ceguera para mantenerle bien cautivo –como habéis hecho durante toda vuestra historia- es tal vez la mayor perversión de todas las que sostenéis y desarrolláis a diario, confundiendo la moral y el discernimiento de millones de personas y normalizando la aberración con justificaciones a veces muy peregrinas y nunca admisibles para las personas de bien.

Esparcir y sustentar la ignorancia en nombre de un Maestro del Conocimiento es, a mi juicio, vuestra más execrable dedicación. Es el marco de ignorancia que habéis creado el que os permite abusar a vuestro antojo; es ese candado el que cierra definitivamente las puertas del verdadero crecimiento espiritual, moral, ético, emocional y sexual de los humanos. Es el fin de la Libertad del Individuo.

Primero negáis el acceso al verdadero conocimiento y luego mandáis a vuestros educadores para que programen mentes y corazones con una formación a la medida de vuestros intereses y que –por supuesto- os revista de una pátina de compasivos actores sociales. Y no dudáis en usar las buenas inclinaciones y la vocación de sincero servicio de personas de bien como escudo humano, para justificaros.

Y con todo, que ya hay para una buena conversación, papa… con todo, lo que me sorprende más allá de toda medida, es que vuestro rito más sagrado sea comerse el cuerpo y beberse la sangre del Maestro. Lo podéis vestir de toda la exégesis y teología de siglos, pero sigue siendo a mi modo de ver un acto ritual de canibalismo que -según vosotros- es real por medio del misterio de la transustanciación. Lo más gore que he visto en las grandes religiones del mundo, de lejos. Con todo, os doy el beneficio de la duda y prefiero que seáis mentirosos y ese misterio no sea real, a consideraros caníbales conscientes. Caníbales que se comen a su dios todos los domingos, asegurando que es lo más sagrado que se puede hacer para llegar a él.

El cuadro completo de vuestras acciones es simplemente devastador, a mis ojos. No entiendo como hay buenas personas que os siguen, o que trabajan en vuestro seno. Que al hablarte de este modo, muchos se lo tomen como un ataque personal. No lo es. Comprendo que más allá de instituciones e ideologías, una buena persona albergará pensamientos benévolos y emprenderá actos bienintencionados y eso, que obviamente también existe en vuestra comunidad, os lleva salvando durante siglos.

Porque felizmente hay muchos de vuestros seguidores que son personas de bien, abiertas, tolerantes, cultivadas y pacíficas. Aunque no es lo más común que he visto entre los miles de católicos que he conocido y tratado en mi vida. He visto mucha más intransigencia, violencia verbal y física e ignorancia, en mi experiencia personal. No parece que halláis logrado gran cosa en lo tocante a la evolución espiritual y humana, en la práctica.

Pero papa, tú ves la totalidad del monumento, conoces (o deberías) los engranajes de poder, puesto que no eres sino el heredero de un linaje milenario de emperadores que ha sabido mantener su posición a través de la Historia. Y no has hecho nada, como ninguno de tus antecesores, por abrir vuestra verdad sin disfraces al mundo. Eres el césar que lleva siglos coronando a reyes y emperadores, te ungiste como representante de Dios en la Tierra y lo impusiste a sangre y fuego durante siglos.

Eres uno más de un increíblemente antiguo linaje de emperadores que un día entendieron que el mejor modo de perpetuarse en el tiempo, era proclamar su conexión con lo divino y hacer prevalecer esa idea. Os ha exigido muchas guerras, asesinatos, torturas y genocidios, aún os tomáis la molestia de extorsionar a sociedades enteras, y lo habéis conseguido. Siglos después, raras son las personas que se paran a advertir este hecho. Como en una hipnosis colectiva, de la que sois grandes maestros.

Papa, podría hablarte de los muchos perjuicios que como institución me habéis ocasionado personalmente, pero sería una historia más en un mar de ellas, pues vuestra perniciosa acción afecta a todas las escalas y en todas las direcciones. Todas las buenas personas que sirven en vuestra comunidad no consiguen cambiar ese hecho a nivel planetario. Me sigue flipando que camines con zapatos rojos como símbolo de la sangre de los mártires, sobre la cual caminas sin manchar el inmaculado albor de tu pret-à-porter démodé. Es un símbolo muy esclarecedor, sin duda.

Lo que te pido, papa católico, es que liberes a la gente que tienes presa mental, emocional y espiritualmente. Que abras las puertas de vuestra profunda miseria, vuestra inmensa culpa (un concepto de vuestra creación) y la gigantesca traición que lleváis perpetrando contra el Espíritu de la Humanidad durante demasiado tiempo ya. Que si realmente sois gente en conexión con la espiritualidad humana, hagáis lo que todo iniciado debe hacer: abrir su miseria, airearla y limpiarla con amor y verdadera compasión (la que nace de la verdadera asunción de la propia oscuridad), como paso previo de un renacer a un estado realmente más amoroso, más compasivo y más sabio. Tenéis un papel fundamental en el devenir de la Historia y desde vuestra posición, tenéis un potencial de acción de cambio impensable.

Sé que soy un iluso pidiéndote que os mostréis sin máscara ante el mundo y que soportéis la vergüenza de dejaros ver como lo que realidad sois desde mi punto de vista: una mafia de poder muy antigua y cruenta que se ha vestido de santidad. Un perfecto ejemplo de psicopatía. Pero es un paso necesario para la cura y yo, en mi humilde posición de ciudadano anónimo, lo que deseo es curación para todos. Para vosotros también. Pero no hay sanación posible si no reconocéis, papa católico, que lleváis enfermos casi desde la misma fundación de vuestra institución, desde que comenzasteis a comer la carne y beber la sangre del Maestro. No sé si eso se puede curar, pero confío en que sí.

Me encantaría que esta carta llegara a tus manos, Paco, y que pudiésemos conversar sobre ello. No hay secreto que no se pueda confesar, si quien lo escucha está preparado para recibir ese conocimiento sin juzgar ni condenar. Y los millones de buenas personas que te siguen y respetan vuestra institución merecen verdad, merecen integridad y verdaderos ejemplos de cristiandad, si es que ser cristiano implica estar de acuerdo con el Cristo y vivir conforme a ello. Darles esa verdad con gallardía y humildad tal vez os haría ganaros –en mi universo personal- las mayúsculas. Y los que no os seguimos, ganaríamos mucho también.

Todo fanatismo, toda verdad parcial, toda visión exclusiva y no inclusiva, ausente de verdadera compasión y comprensión, va contra la enseñanza del Maestro. Todo conocimiento espiritual seguido por mor de la fe y no sustentado en la propia experimentación y comprensión profunda, también niega al Maestro. Decid la verdad: que no es necesario ningún intermediario para acceder a lo Divino, que os habéis puesto ahí en medio porque eso os da poder y todo lo que éste conlleva. Que habéis tergiversado, falseado y manipulado a vuestra conveniencia el verdadero mensaje de Cristo. Que practicáis ritos que más parecen magia negra que una saludable, humilde y personal relación con lo Divino.

Y para mí, que tengo todo el derecho humano y divino para exponer mi pensar y sentir simplemente por ser una persona de bien, lo de seguir a Cristo es una farsa. Cristo -según lo he experimentado yo- dejó una Enseñanza para que cada uno siga su propio camino, a si mism@, sin necesidad de guías ni porteros celestiales de alto rango. Una Enseñanza que habla de la verdadera naturaleza del ser Humano como ser con un destino Divino, alcanzable a través del Conocimiento y del Camino del Corazón. Cristo llamó a las puertas de las conciencias de todo ser humano directamente, como lo han hecho todos los grandes Maestros Iluminados de la Historia.

Vosotros estáis de más, con todo mi respeto, si realmente no hacéis algo a la medida de vuestro verdadero poder y alcance, para que este Mundo sea el hogar pacífico, equitativo, amoroso y libre de todos los humanos en hermandad y conocimiento, tal y como el Cristo propuso.

Un saludo cariñoso a pesar de todo, papa católico.

El activismo social del siglo XXI

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Este texto quiere hacerte despertar un poco más. Como todos mis artículos, está documentado pero ni pretendo ser imparcial, ni sentar cátedra. Es mi visión -más o menos certera y precisa- del ser humano, la sociedad y el complejo tiempo que vivimos, lo que vierto aquí. Y va impregnada de emociones, pero todas ellas son mesuradas y conscientes. Deja que mis palabras entren en ti sin juicios de antemano; sólo cuando lo hayas leído en el corazón, podrás ponderar su valor y certeza. Por favor. Y comparte a gusto si lo crees oportuno.

Fin de la propaganda.

El activismo social, desde mi posición en el mundo, es algo crucial, necesario y requerido en nuestro tiempo. No hablo de sentirse obligado a ir a una “mani”, o de tomar partido encarnizado en cada tema que salta a la actualidad, ni de encenderse en acaloradas discusiones, que acaban mermando la calidad de nuestras relaciones y de nuestro tiempo de vida. Y son inservibles, se comen el tiempo útil de comunicación e intercambio. Por eso, la política, cuando se basa en discusiones, es ineficaz.

Para mí, el activismo social de hoy se caracteriza por un hecho fundamental: la interiorización a escala individual de lo social o –dicho de otro modo- el romper las barreras que nos separan y aíslan del entorno social para pasar a darle una vivencia interna. Esa vivencia –que es muy recomendable que sea mesurada, ecuánime, formada, cultivada e independiente– generará la acción consecuentemente, una acción social en cada gesto que aportamos al mundo.

Se da el caso que, en demasiadas ocasiones, muchos individuos sufren al ejercer esa interiorización, sea por conflictos internos entre lo que ven y lo que creen que debería ser, por un exceso de emotividad o por sentirse incapaces de entender por qué la sociedad es tan dura, insensible, cruel y estúpida en tantos aspectos. Por ello tal vez, lo cierto es que la inmensa mayoría tiende a tratar de ir a su bola y participar en los mínimos (votar cuando toca y poco más). Y la inmensa mayoría también, muestra una fortísima tendencia a evadirse, a distraerse, a no mirar de frente.

Esto hace que tenga muchas más probabilidades de hacerse viral cualquier penúltimo video de gatos que contenidos realmente importantes, verdaderamente relevantes. Pues la inmensa mayoría parece no comprender –a juzgar por cómo se mueve el cuerpo de opinión masivo- que lo que ocurre en Siria (por poner un ejemplo entre millones) afecta aquí o en Chile, tanto social como individualmente.

Que los ciudadanos de las sociedades occidentales no estemos ya moviéndonos a escala masiva para detener todo el horror humano, medioambiental y a todas las escalas que estamos viviendo hoy en Planeta Tierra, es simplemente aterrador para mí: muestra un profundo adormecimiento de los individuos, un incomprensible desconocimiento de los verdaderos potenciales de nuestro momentum tecnológico y una peligrosa alteración del orden de prioridades. La psicopatía se define como la incapacidad de sentir el sufrimiento ajeno, la absoluta ausencia de empatía. Sí, nuestra sociedad se está psicopatizando. Y eso sucede individuo a individuo, como en la Invasión de los Ultracuerpos.

Somos capaces de presenciar impertérritos el horror frente a nuestras narices, gracias al “efecto pantalla”: a la distorsión emocional y moral que la pantalla crea, colocando el horror de la guerra a la misma distancia y en el mismo lugar que el juego de la play o la serie de TV. Muchos lo saben, son ciudadanos informados… y aun así, permiten que suceda. Cuando veo esto, me doy cuenta de la gravedad de la psicopatía a escala social e individual: ser consciente del sufrimiento ajeno y permitir que suceda sin hacer nada, es la mayor de las perversiones, generada y alimentada por el entramado informativo – cognitivo en el que nos movemos a diario. Y por el modo de vida que se nos ha impuesto y hemos comprado con ganas: el de no tener tiempo ni atención disponibles para nada, fuera de la supervivencia más o menos acomodada.

Y con ello, hemos normalizado la aberración como grupo social.

Se nos ha olvidado que para que un ser humano salga del estado de supervivencia y entre en el estado de vivir plenamente la vida, hay un factor irrenunciable: hay que tener tiempo para reflexionar y sentir la vida real, para crecer en conciencia y conocimiento, para gozar del arte y lo sublime, para tomar responsabilidad sobre el mundo en el que uno vive, cada uno a su escala… para ser –en definitiva- humano y con ello, darse cuenta que está uno vivo y consciente, en toda la plenitud y responsabilidad que ese hecho conlleva.

Por eso, el activismo social debe convertirse –a mi humilde entender- en algo mucho más profundo y amplio que lo que se ha venido entendiendo en la historia: la toma de conciencia plena de QUÉ está sucediendo en el mundo, en todos los niveles (desde mi núcleo afectivo hasta la totalidad del orbe humano) y mi papel en ello. Somos seres sociales y políticos porque vivimos en una sociedad regida por la política. Somos seres económicos también por la misma razón. No podemos escoger no serlo, pero sí cómo, dónde y cuándo ejercerlo.

Y no cabe más dejación de responsabilidades: la abulia social nos está llevando a un mundo tan horrible, que permite la coexistencia de la abundancia derrochadora irresponsable y destructiva junto a la miseria más atroz, apoyada en patrones de violencia, estructuras de poder anticuadas, inoperantes y abusadoras; poderosas herramientas de distracción, estupidización y manipulación de la opinión de los individuos y en la auto-complacencia de aquellos que podrían estar activamente mejorando las cosas.

Una distorsión social insoportable para cualquier ser humano que sienta como tal, jalonada de secretos de estado, leyes inmorales, valores trastocados y anclada en la malversación sistemática e intencionada del capital de Conocimiento y la perversión de los Valores humanos, cuya señal más clara es la ausencia de empatía hacia los que sufren, alimentada por racismos, fanatismos, partidismos y otros modos de ignorancia. Esto es tan obvio y salta tanto a la vista, que el hecho de que no hagamos nada para cambiarlo (¡que ni siquiera lo veamos y aún esté sujeto a discusión!) me da escalofríos.

Por eso, llamo al activismo social consciente, que sólo puede partir –para ser realmente eficaz- de una toma de conciencia propia, independiente, con fundamento y criterio, compasiva y amorosa, de la realidad en la que vivimos y de nuestro rol activo en ella. Que sea compasiva y amorosa es vital para eludir la trampa siempre presente del odio, la ira, la venganza y otras emociones del estilo, que nos acabarán devolviendo a la ignorancia. Y porque eso es precisamente lo que está desapareciendo, tan rápido como se extendía la Nada en el maravilloso libro de Michael Ende, la Historia Interminable: el amor y la compasión a escala social, se están disolviendo.

Y lo que queda, se vuelve oenegeses y caridades de todo tipo que –si bien hacen labores admirables algunas de ellas- no dejan de ser como aspirinas para curar un cáncer.

La malversación que hemos sufrido es tan profunda, que ni siquiera la palabra compasión se entiende adecuadamente. Con-pathaínw: siento contigo. O lo que es lo mismo: empatía social. Que es lo contrario de la Psicopatía, su cura, su remedio. Como decía la famosa cita, que alguien dejó en el contexto de la Alemania nazi (la escribo a mi estilo):

Cuando fueron a por los judíos, como no me gustaban, hasta me alegré. Cuando fueron a por los gitanos, de los que no me fiaba, les dejé hacer. Cuando les tocó a los homosexuales, me dio igual. Con los comunistas, no lo vi mal… cuando vinieron a por mi, no quedaba nadie para ayudarme.

La pelota está en tu campo, no en el de ningún equipo que ni es tuyo, ni hace nada por ti que no sea distraerte y con ello, robarte tu precioso tiempo de reflexión y crecimiento, de evolución personal. No, está en el tuyo propio, en tu campo de experiencia.

Despierta, se nos acaba el tiempo. Gracias por tu atención y que tengas un delicioso día.

¿Puede una sola excepción desmontar todo el tinglado de las leyes de la Física?

Siempre he estado convencido de que eso que llamamos realidad no es lo que parece. Que la magia de verdad existe y que vivimos en un Universo mucho más sorprendente de lo que cabría esperar según lo que sabemos de él, que es apenas nada. Desde pequeñito lo he sostenido así (sí, muy repelente).

A los niños se les rebate fácilmente porque como son niños, la adultez declara impertérrita que lo que dicen no vale una poronga. Así que tuve que esperar a ser adulto, para ver si alguien me escuchaba sin apretarse las ganas de decirme una barbaridad y, con ella, tirarme de boca a comer tierra, a ver si dejaba de ser “fantasioso”.

¡Oh chasco!, cuando llegué a adulto me habían frotado tanto el interior del cráneo con detergente Realista, que lava más gris, que se me olvidó… y pasé a engrosar las filas adiestradas de los fanáticos defensores de la tesis oficial de base, que viene a decir así:

…nene, tú has crecido para buscarte un trabajo, comprar una casa (bueno, y mil millones de cosas más) y tener una pareja, o dos, o fornicar a discreción y aspirar a comprar más cosas, tener mejor trabajo o más fornicio, ¿otra casa? (¡afortunado serías!); rellenar el poco tiempo libre que te quede como si embutieras una tripa de chorizo, opinar de todo sin saber de nada y así, pasito a pasito, hasta el día en que te mueras…

…¡Ah! Y ojito, que no te puedes fiar de casi nadie, los gobiernos tienen cierta tendencia a controlarte la vida, vas a obedecer a quien sea que te toque por encima, tendrás que competir por todo, convivirás con violencia, miseria y mierda suficientes para cubrir la superficie de Venus -lo quieras ver o no- y bueno, todos tus esfuerzos se encaminarán a no caer en la pobreza… ejem… en algún momento te darás cuenta de que hay gente que no vive esas cosas, pero a ti te toca soñar con ser como ellos y nunca alcanzarlo, esos es que son especiales.

Tú no lo eres, ¡no tengas ego!, tú a lo tuyo y métete en un Gymn que es muy cool y ¡fíjate, puedes ser hipster, hacer fitness, trekking y diving!… ¡Que también tiene su lado bueno! ¡Y están Apple, Facebook, Nike, Zara, Ikea, Tele 5 y Netflix que te van a hacer muy feliz, esos son tus verdaderos amigos!…

…Y también la cerve, la play, el vinito, el porrito, el rock, los cruceros, Tailandia, los Erasmuses, las y los chatis, los festivales, la playuqui, la montaña, los culitos turgentes… ¡uuuh que fiestón…! Pero ¡eh, de todo eso poco, que hay que levantar el país! Esos que viven siempre sin dar palo al agua y aún así tienen dinero para comprarte a ti y a tu familia entera por veinte generaciones, tú ni caso, tú a babear viendo sus vidas en Instagram. Y no sientas demasiada envidia, que no es bueno. Autoayúdate para seguir con tu vida…

…pero, esteee, un día vas a envejecer –si llegas, claro, que con lo del terrorismo, la violencia en general y una lista de posibles enfermedades que parece la carta de los Reyes Magos del doctor Mengele, nunca se sabe- y ese día verás lo que es bueno. Siempre podrás aspirar a una gama que va desde seguir los pasos de Donatella Versace a pudrirte en un asilo, es decisión tuya. Pero vaya, vete ahorrando porque lo vas a tener chungo.

Sobrevive como puedas, porque llegarás al día de tu muerte, por mucho que te retuerzas y grites. Ese funesto día, que deberás temer como a nada en este mundo porque es tenebroso, será el horripilante momento en el que tendrás básicamente dos opciones:

  1. Serás enviado al cielo o al infierno, en función de lo que un Dios implacable y justiciero decida tras haberte visto pasarte la vida de conflicto en conflicto, tratando de no hacer aquello que te gusta porque es malo… es decir, nene, pasarás del purgatorio en vida a un cielo abstracto… ¡o al infierno, mucho más concreto! A no ser que hayas sido malo (es decir, que no hayas seguido nuestros consejos); entonces, serás catapultado del tirón al asador eterno sin posibilidad de que se revise tu sentencia. Dicho de otro modo, habrás pasado del infierno en vida al infierno en muerte. ¿Te mola?
  2. Si no, puedes meterte a ateo irredento, ¡ay rebelde!, con lo cual desaparecerás sin más, como si no hubieras pasado por aquí. Tal vez te habrás divertido, pero nunca lo suficiente y todo habrá sido para nada. Con un poco de suerte (bueno, con mucha), habrás hecho algo memorable, que a nadie importará en realidad. Y al final, apagón eterno. Los que te quisieron se hincharán a llorar un tiempito y tú te convertirás en nada. Así que tu verás.

Concluyendo, no hay magia, no hay imposibles, no hay salida a lo que te decimos, esta es la única verdad, amparada en la ciencia y/o en la religión. La única manera de salirse de ello, es suicidándose, porque la vida es así. Que la disfrutes.

¡Glub! Bienvenido a la existencia.

Y sí, me acabé tragando la tesis oficial, porque la sostenían los más listos, los que enseñan, los que me quieren y los que mandan. Todos ellos. Y porque es muy cansado ir todo el tiempo a contracorriente, tú. Que a todos nos gusta compartir y sentirnos parte de algo mayor que uno y que te protege.

Pero como llevo de serie un dispositivo anti-manipulación que no hay forma de desactivar (y mira que lo he intentado), al final chirrió el mecanismo entero de lo que yo llamaba mi vida, se me cayó el velo de los ojos y un buen día, recién entrado en la treintena, me vi en medio del mundo, de la existencia, de la vida, sin saber ni quién puñetas era, ni qué estaba haciendo. A mis 30 había alcanzado eso que llaman “éxito en la vida” y no me servía ni para apagar uno sólo de los fuegos interiores que siempre han ardido en mí.

Siguiendo el modelo de la tesis oficial, había aprovechado mi suerte y mi esfuerzo para comprar un apartamento lindo en un lugar delicioso junto al glorioso Mediterráneo, trabajaba poco (¡y en lo que me gusta!) y me pagaban una barbaridad: todo iba fenomenal, tía… y no obstante, nada tenía sentido para mí. Me sentía como si me hubiera dado cuenta de que me había quedado atontado, jugando a la play a un juego que ya me aburría y –de pronto- la hubiera apagado, asomándome estupefacto a una quietud silenciosa en la penumbra del anochecer. ¿Qué estaba haciendo con el tiempo de vida que tengo, que ni siquiera sé cuánto es?

No me puedo creer que le pase esto a muy poca gente. Me puedo creer más que las personas lo ahogan cuando les sucede, o miran para otro lado. Y no me extrañaría, pues nos entrenan para ello, después de todo.

Aquel momento, que se repitió muchas veces, acabó empujándome a que vendiera aquel apartamento tan cuco y todo lo que había dentro, sin especular nunca ni tratar de sacarle más que lo que me permitiera cancelar mis deudas y ser libre, en aquellos años en que la burbuja inmobiliaria crecía y yo no quería jugar a ese juego estúpido y dañino, que estaba comprendiendo perfectamente en tanto sucedía. Por eso, cuando estalló la pompa, ni me alcanzó la onda expansiva, ni había participado en ella.

Me había ido a recorrer el mundo en busca de respuestas. En ese viaje de años por varios continentes, di con el chamanismo y con otras explicaciones de la realidad, mucho más complejas, ricas, profundas, insospechadas y -¡oh cielos!- coincidentes con lo que yo siempre había sospechado, desde niño.

Pero yo no deseaba incorporar otro sistema de creencias -más a mi gusto- para sustituir a la tesis oficial y así poder ser un contestatario y dedicarme a lo New Age con pedigrí. Lo que yo quería eran respuestas verdaderas y esas, tienen que ser palpables… ¡ y oh, surpráis, el caso es que sí, di con algunas! Bueno, más que respuestas di con señales, pistas, datos increíbles y experiencias portentosas…

Y aquí vamos al meollo de este texto, que siempre me paso ochenta pueblos de las setecientas palabras que -dicen los gurúses- tiene que tener un artículo de blog updated y trendy para ser influencer… vamos a un suceso pequeño pero prodigioso, que a mí me fue dado experimentar y que, con ser tan nimio e insignificante, puso y pone en duda todo el constructo científico y cognitivo que nos concede lo que es posible y lo que no lo es.

Una anécdota que derriba la tesis oficial, aniquilándola sin remedio (¡Yuhuuuuu!). Ahí voy.

Sucedió en Perú, en un lugar ya de por sí mágico: Nazca. Supongo que sabrás lo que son las Líneas de Nazca en el sur desértico del Perú. ¿No? Pues a la Wikipedia y vuelves, que si no, no te vas a enterar bien de la historia. Nadie sabe realmente quién dejó aquellos geoglifos y para qué. No existen pruebas definitivas de nada, en realidad.

La arqueología ha conseguido reunir unas piezas que componen este cuadro oficial: eran los de la cultura Nazca (ya, hasta ahí llego yo solito: no sé quienes coño eran, así que les llamo como el lugar donde estuvieron) y eso fue hace x mil años, pero no muchos, que antes de Sumeria no había civilización en ningún sitio y menos en América, que la descubrimos nosotros que somos los que sabemos de todo.

Y poco más. Ok, eso es lo que nos cuentan grosso modo… ¿qué es lo que yo vi?

Tuve que montarme en una avioneta, en una excursión para visitantes de a 35 dólares el par de horas. Porque si no, no hubiera pisado más que una gigantesca meseta seca y polvorienta, con zanjas de poca profundidad y anchura escasa y variable. Aquí y allí, hubiera divisado en la distancia algunos cerros, y todo de ese tono marrón desierto, demasiado tostado y oscuro como para quedar mono en las paredes del living room.

El caso es que yo llevaba un sombrero para soles y aguas, cuyo barboquejo (recordemos que el castellano tiene hermosas palabras para designar muchos objetos: un barboquejo es el cordón que llevan algunos sombreros para colgárselos o ajustarlos a la barbilla, de ahí su nombre) me permitía llevarlo atrás del cuello, sobre mi cogote. El susodicho barboquejo, atentos que esto es como cuando el prestidigitador te enseña la espada con que va a perforar la caja donde está la chati… el dicho cordón no tenía ninguna atadura, ni abertura alguna, ni solución de continuidad. Era un sólo cordón largo, cosido en sus extremos bajo las alas del sombrero.

Me senté en mi lugar, junto al piloto, en una avioneta con asientos para cuatro curiosos más detrás de mí. Entre mis piernas dejé caer sin más mi bolsito, en el que guardaba pasaporte, dineros y demás. Y otra vez atención: mi bolsito era uno de esos pequeños de viaje, que van con un tirante para colgarlo al hombro. Dicho tirante se podía separar del bolsito, pues en ambos extremos se enganchaba al mismo con cierres de esos de plástico tan frecuentes en mochilas y demás; esos de color negro que tienen dos solapas a los costados, que has de presionar a la vez y con cierta fuerza, para tirar y sacarlo de la otra pieza en la que encaja, si quieres quitar el tirante.

Yo nunca hacía tal cosa, siempre llevaba el bolsito colgado en bandolera. En fin, que dejé caer el bolsito entre mis pies, con su tirante bien enganchado como siempre y me abroché el cinturón. Pero las avionetas no son como los aviones de pasajeros, el cinturón de seguridad no va sólo a la cadera, sino que tiene cintos que pasan también sobre los hombros y cuando lo abroché, el sombrero me molestaba, pues lo llevaba colgado a la nuca como dije. Me lo saqué pasándolo sobre mi cabeza y –sin más- lo dejé caer también entre mis pies, sobre el bolsito.

Enseguida experimentamos el cosquilleo del despegue y comenzamos a sobrevolar aquella gigantesca llanura festoneada por cerros… son muy famosos los dibujos que se aprecian, de tamaño colosal, sobre la meseta o en las laderas. Y ciertamente me sorprendieron, algunos eran muy grandes (de cientos de metros) y me fascinaron. Pero lo que realmente me sobrecogió fueron las líneas rectas, que parecían dibujar un intrincado y complejo mapa con cientos de vectores, cuya longitud alcanza decenas de kilómetros en muchos de ellos.

La impresión general que me dejó la colosal instalación, fue que estaba mirando una carta zodiacal extraña e incomprensible, un montón de líneas rectas cortándose y delimitando secciones, sobre las que -cada tanto- se veían dibujos figurativamente reconocibles desde las alturas.

Mi imaginación me sugirió un mapa estelar, con líneas que designaban rutas y dibujos que –en el mismo sentido que nuestras constelaciones- daban información para localizar sectores del espacio… sí, muy loco, ya advertí que soy fantasioso… lo de los extraterrestres lo vamos a dejar para otra ocasión cercana… el caso es que aquella excursión acabó y nos llevaron de vuelta al modesto aeródromo, en las afueras de la pequeña ciudad peruana de Nazca.

Cuando el piloto nos informó de que ya podíamos abandonar la micro-nave, procedí a agarrar mis pertenencias, que no había tocado en todo el trayecto… ¡cualquiera se acuerda de nada frente a aquella maravilla! Y aquí viene la sorpresa, el prodigio. A ver cómo lo explico para que se entienda:

Al agarrar mi sombrero y mi bolso, no los pude separar. El cordón del sombrero y el tirante estaban enlazados como se ve en la foto de este artículo, como si yo hubiera sacado uno de los extremos del tirante –abriendo por tanto el cierre de plástico cuyas solapas hay que apretar y sacar-, lo hubiera pasado por el barboquejo (que, recordemos, no tenía abertura alguna), y hubiera vuelto a enganchar el tirante, insertando de nuevo una pieza en la otra del cierre de plástico. Cosa que no hice, como ya he detallado (además, ¿para qué caralho iba a hacer algo así?)

Más aún, el cordón del sombrero se había enrollado por completo en una espiral perfecta. Tuve que desenrollarlo ceremoniosamente y luego desabrochar uno de los extremos del tirante y sacarlo del barboquejo… lo cual hice mientras experimentaba el más profundo asombro que imaginar se quiera o pueda. Me dirigí a la dueña del tinglado de excursiones, buscando respuestas. Le expliqué lo que me había sucedido y ella sonrió de modo enigmático, como una Gioconda de la planicie peruana.

-“Aquí suceden cosas muy extrañas…”- dejó caer con aire de misterio, pero no me quiso decir apenas nada más, salvo que las famosas líneas llevan miles de años ahí y –a pesar de los fuertes vientos y la ausencia de plantas- no habían sido erosionadas. Me explicó que eran en sí mismas unas zanjas muy poco profundas -como adelanté más arriba- y que habían sido investigadas a fondo por una señora llamada María Reiche, que un buen día llegó de Alemania y quedó tan fascinada con aquello, que dedicó el resto de su vida a estudiarlas. Y no pude sacarle nada más.

¿Qué son realmente esos geoglifos? ¿Quién los creó y para qué? Todavía no lo sabemos. Sí sabemos que hay cientos de líneas, un montón de dibujos de animales -entre ellos uno de un supuesto astronauta- y que otros animales -de los de dos patas- jodieron una de las figuras, al hacer pasar la carretera Panamericana justo por allí. Que no había meseta para hacerla en otro lado, vamos.

Y que el lugar se está degradando debido al paso de vehículos y demás… a pesar de ser Patrimonio de Humanidad por la Unesco. Pasó por allí el Dakar (es tan inspirador ver coches corriendo… y si destrozan algún paraje natural o legado histórico, ya es la caña…) El mundo moderno es lo que tiene. Incluso los megasuperguays de Greenpeace, fueron denunciados por el Gobierno de Perú por dañar la figura del colibrí en una de sus «acciones mediáticas de oenegéenplansupercomprometidoqueloflipas» en 2014.

En fin, ahí en Nazca me quedé yo con mi pequeño prodigio entre manos, sin explicación y sin saber qué hacer con él. Un hecho tan aparentemente insignificante había quebrado para siempre las barreras entre lo posible y lo imposible, generando un montón preguntas sin respuesta. Aún sigo en las mismas.

No hace mucho le narré este suceso a un físico nuclear -un tipo muy agradable al que conocí en casa de unos amigos- y el hombre se quedó anonadado. Las únicas reacciones posibles de su parte, para salvaguardar la Física tal y como la conocemos, eran o bien no creerme e inmediatamente olvidarlo, o pensar que de algún modo yo había operado el suceso y luego no me acordaba de haberlo hecho.

Ninguna de sus opcionales respuestas eran válidas, como le hice saber y ciertamente, pasamos horas en encendida conversación, en las cuales me aseguró que yo ni parecía un iluso, ni un charlatán, ni un pirado. Es que no soy nada de eso, menos mal que se dio cuenta. Soy alguien que ha atestiguado hechos de una naturaleza tan sorprendente, que vive entre el asombro, la maravilla… y el disgusto de verme atacado por much@s que –simplemente- no quieren que sus creencias se muevan y no se les ocurre otro argumento que insultarme o desacreditarme.

Pero ello no invalida lo que yo he presenciado. Desacreditarme como testigo no cambia los hechos. Y si fuera la única vez que algo así me ha sucedido, todavía cabría alguna explicación más o menos “lógica”… pero éste sólo es un pequeño ejemplo de todas las cosas asombrosas y prodigiosas que he vivido, visto y experimentado. Historias que –tal vez- iré compartiendo en este blog, porque lo que no deseo de ningún modo, es quedármelas sólo para mí.

Lo único que se me ocurre para explicar aquello, es que en tan alucinante lugar debe existir alguna suerte de “vórtice energético” que no sigue las leyes habituales de la Física o que, por alguna razón, se las saltó para mí. No sé si otras personas han vivido hechos similares allí o en otros lugares, por lo que esta historia siempre la he guardado y sólo con algun@s me he atrevido a compartirla en todos estos años (esto sucedió en el 2006, si no recuerdo mal). Hasta hoy. Ahora esta publicada y compartida. Y la puedes seguir compartiendo a tu gusto. Si lees esto y tienes historias similares o sabes de quién las ha vivido, me encantaría saber de ellas.

Que tengas un excelente y sorprendente día.

Dios, yo y aquí unos amigos

He decidido salir del armario espiritual a mi escala redes sociales, que ya va siendo hora. Lo hago para dejar constancia de mi modo de vivir la espiritualidad, porque si algo me interesa hoy por encima de todo lo demás, es esto. Y va a ser largo, así que tomátelo con calma si sos de quienes no consiguen mantener la atención mucho tiempo… podés leerlo a pedazos, si querés.

¿Por qué salgo del armario espiritual?

Porque busco comunicar el puente que he encontrado entre la Espiritualidad y la mente Lógica, debido a que he comprobado que es crucial que ese puente se construya en el suficiente número de nosotr@s, para que saltemos evolutivamente en progresión geométrica como especie y por ende, como sociedad planetaria. Para que la vida de todos nosotros sea mucho mejor, dicho de modo claro y directo.

Porque la Humanidad estará incompleta y sumida en violencia y confusión hasta que despertemos y reconozcamos nuestra naturaleza divina dentro de nuestra imperfección y la realidad espiritual que existe y en la que estamos inmersos; hasta que de verdad aceptemos que somos parte de un Todo asombroso que nos une, nos da la vida, nos alimenta y nos completa como una única familia.

La Espiritualidad sanamente entendida y vivida nunca puede incluir guerras por ninguna causa, ni maltratos de ningún tipo, ni opresión, ni crueldad, ni violencia gratuita, ni ignorancia, ni abusos, ni manipulación, ni mentiras. Y debe unirse a la Lógica, a la Razón y al verdadero espíritu científico, en una unión verdadera, coherente y completa.

Hablo de un estado de conciencia, hallado y verificado individuo a individuo, que no necesita de leyes, ni de reglamentos, ya que cada cual habrá comprendido por sí mism@ que la única vía de evolución posible es la paz, la concordia, la compasión, la colaboración, el equilibrio, el amor y el cuidado de todo lo que existe. Ese estado, está más cerca de eso que llamamos Dios.

Debo estas palabras a todos aquellos niños y adultos que en mi vida (y han sido muchos), me han mirado a los ojos con inquietud, ansiedad, desesperanza o miedo y me han preguntado de cientos de modos: ¿Pero qué es esto? ¿Esta es la vida? ¿Dónde está la magia, dónde el amor puro, dónde la maravilla de la conciencia humana, de la bondad y la grandeza del Espíritu del Ser Humano? Y no siempre he sabido qué responder, o me he atrevido a hacerlo.

También porque la historia de mi relación con Dios y otros agentes espirituales de menor envergadura es larga y asombrosa, por lo que para relatarla necesité en su momento un largo libro, que ya está escrito y editado (aunque debería ya escribir otro, para actualizar datos…) En ese libro narro muchos de los increíbles sucesos que me han conducido ante el estado de asombro y maravilla en el que hoy vivo, un estado de conciencia plena de eso que llamamos Dios y de otros muchos agentes de corte espiritual, por decirlo de un modo entendible.

Un estado que requiere para crecer y expandirse, que hoy hable de todo esto pública y abiertamente, lo deje por escrito, y que enfrente mi profundo miedo a abrirme en este sentido. Porque hoy la hoguera es el insulto, el descrédito, la ridiculización, el ostracismo, la condena científica y médica y la segregación social. Y eso me duele mucho, lo llevo sufriendo toda la vida, porque toda la vida he hablado de esto, desde chiquito.

Como a un profeta en ciernes incomprendido, me dieron tantas hostias (no me refiero a las de la misa, esas las corté cuando con doce años descubrí el gran fraude espiritual de esa institución), que acabaron por magullarme el corazón y –lo peor- consiguiendo que dudara de mí mismo. Pero el Espíritu –una y otra vez- felizmente me volvió a recolocar en mi centro de mil modos, algunos ciertamente portentosos. Mi agradecimiento no tiene fin, por ello. Y sé que habla a todos, que actúa en todos y en todo, aunque la mayoría no lo ve simplemente porque no quiere o se lo han impedido al castrarle espiritualmente.

¿Cómo no lo voy a comunicar, si es una realidad que vivo desde que recuerdo, si lo llevo impreso desde que nací y lo sé porque lo puedo recordar? ¿Qué le voy a hacer si la mayoría no tiene este tipo de recuerdos y experiencias y yo sí? ¿Por qué es locura o desatino para tantos? ¿Es sólo porque no lo pueden concebir? ¿O porque atenta contra su modo de vida o sus creencias?

¿Por qué no puede tener uno sus creencias y escucharme sin alterarse, despreciarme, ignorarme o querer agredirme? ¿Tan endebles son esas creencias, que necesitan algún tipo de violencia para ser defendidas?

En el siglo de Oro, si tenías suerte te catalogaban de místico; ahora bien, siempre y cuando no fueras en contra de esos que no voy a nombrar… pero que todos sabemos que –en el nombre de Dios y la corte de santos y mártires- lo único que siempre ha buscado, obtenido y ejecutado con crueldad y sin ninguna humanidad, es poder y control.

Hoy, si tienes la fortuna de que te presten atención, es demasiadas veces para basurearte o mandarte al psiquiatra, cuando dices que has visto y ves a Dios o a otros agentes espirituales y que te comunicas con ellos. Y eso que no soy el único, ni mucho menos. Ni es nada que no entre dentro del rango de las capacidades humanas habituales.

A mí, como a cualquiera, no me gusta que me maltraten de ningún modo. A mí, como a todos, me nutre y sana ser aceptado, y el reconocimiento de los que me rodean me alegra el corazón. No busco que se me dé la razón, sólo quiero que haya un lugar donde yo pueda hablar de esto y aquellos quienes desean escuchar y conversar pacíficamente, podamos hacerlo.

Quienes me conocen saben que no soy fanático, no deseo convencer a nadie y que soy un hombre cultivado, sensible, inteligente, racional y con sentido común y la suficiente edad, como para no dejarme llevar por impulsos no meditados previamente. Digo esto para que no pienses que soy un curilla, o un pirado, ni un agente enmascarado del Opus o del PP, o del DAESH, o de los sionistas, o de los masones, o de los Illuminati… Soy un ciudadano medio occidental, uno del montón.

Dice mi partner, ahora que le pregunto mientras prepara la cena en tanto escribo esto, que el Universo toma conciencia de sí mismo y se examina y experimenta todas las vidas posibles para conocerse y que eso es Dios, en cuya matrix actuamos y vivimos pues se la hizo para entenderse a sí mismo… me gusta cómo lo expresa.

Yo sé que Dios está en mí, y en ti, y en Todo lo que existe y que por eso, Dios vive lo que yo y tú vivimos: la experiencia de Dios la construimos todos nosotros, a pachas con la Existencia entera. No sé si nos creó, o fue la panspermia o el big bang o todo a la vez… o nada de ello. Me interesa mucho saberlo, pero no lo sé. Sólo sé que sé que existe porque lo siento actuar, se me ha revelado su existencia repetidas veces (insisto, historias asombrosas y cien por cien reales y contrastadas) y me comunico con ello (no le puedo dar un género, porque eso es algo que no tiene sentido para lo que está más allá de las polaridades y las contiene y abarca).

Y no necesito demostrártelo, ni quiero hacerlo. Pero adoraría conversar al respecto de ello, siempre con buena fe y ganas de aprender y avanzar juntos.

Tampoco le pongo mayúsculas, porque ni le adoro, ni pienso hacerlo. Aquí se la pongo para distinguirlo de dioses, que ni son mejores ni peores, son otra cosa menor dentro de lo que llamo agentes espirituales. Pero para adorarle tendría que adorarme a mí y a todo quisque y no, paso, se disparan los egos y bastante insufribles pueden ser ya sin adoraciones. Prefiero amar de igual a igual. Es más enriquecedor y te quitas de encima un montón de problemas.

Yo lo llamo de otro modo que aquí no puedo ni quiero escribir, pero valga Gran Espíritu para dejar de utilizar la otra palabra, ya que parece que tiene copyright y hoy en día ya se sabe cómo está el patio con esto de la propiedad intelectual…

El Gran Espíritu es energía consciente, inteligente y activa; es una incomprensible -para mí- matriz holográfica de estructura fractal en cuyo seno todo existe y que lo impulsa, no sólo en este plano y esta vida, sino en muchos otros. Se refleja –por ejemplo- en la proporción matemática y geométrica de todo lo que existe, en el orden y equilibrio exquisitos que permiten que la vida sea, en la sabiduría de la Naturaleza. Y hay en ello bondad, hay amor, pero no como los conocemos nosotros, aunque podamos atisbar su esencia. Es la bondad que genera la existencia, el amor que la hace prosperar a escala universal.

Nosotros somos una pieza de ello, tan importantes como cada ser, puesto que el Universo es holocéntrico: cada conciencia, cada percepción, son centros del Universo. Cada ser que siente es una gota del corazón del Gran Espíritu, como lo es cada estrella, cada cúmulo, cada galaxia.

Yo necesito que la conciencia de todo esto esté en mi cotidianidad y poder compartirlo. No quiero vivir una vida a medio gas, conformado, gris, acoplado a creer lo que me dicen, a ser “razonable” a juicio de quienes no han demostrado serlo ell@s mism@s. Ya sé que me han descrito el mundo de modo que no acceda a mi verdadero potencial, puesto que lo que quieren de mí es que haga lo que ellos quieren, lo que a ellos les viene bien. Ya sabemos quiénes son ellos.

Si quisieran realmente darme una oportunidad, no tendría que estar viviendo apenas rozando el nivel de subsistencia y peleando con otros por unos céntimos de más, como si no hubiera suficiente para repartir. No me vería abocado a aceptar que no hay otro camino que el que me dictan, pues según ellos así es el mundo, así la naturaleza humana y la realidad, que determinan el orden social: así de previsible, de mediocre, de ruin, de duro, de superficial, de cruel. Así de injusto. Y una mierda, con perdón de la mesa.

No quiero una vida previsible y -con suerte- más o menos cómoda, por más que me gusten muchas cosas de este mundo que hacen la vida más agradable. No quiero que mi objetivo sea servir a los intereses de quienes no se preocupan por mí. Ni que mi mayor aspiración sea dedicarle todo mi tiempo, energía y capacidad a objetivos con los que no estoy de acuerdo, ni me importan, ni me parecen mínimamente éticos o verdaderamente útiles para el Bien común.

No quiero colaborar con un Estado que me niega el pan y la sal o me los vende caros, que me engaña y me explota. No quiero trabajar en un tejido productivo y empresarial que beneficia realmente a muy pocos y a mí apenas me deja aire para respirar, ni quiero entregar mi tiempo, capacidades y talentos a quien le importo un bledo, para verme un día arrumbado en un moritorio, tras haber empleado mi tiempo y energías en servir a quienes nunca valoraron lo que de verdad estoy dando, que es mi vida entera.

Yo quiero al Gran Espíritu en mi vida y ya lo está, pero quiero decirlo, contarlo, celebrarlo.

No quiero vivir condenado a una vida sin magia ni brillo y que no tenga otra opción que comerme las sobras que me quieran dar, a cambio de sentarme en una oficina y currar hasta que me muera de asco sin horizontes, sin sueños, sin que mi espíritu vuele y se nutra de belleza, grandeza, asombro, amor y alegría. Añade mi partner que incluso, muchas personas ni siquiera se lo plantean, no saben que existen esas posibilidades.

No quiero que me impongan sus ideas opresoras, ni sus creencias manipuladoras, ni límites de ningún tipo. No quiero que me digan que, o lo tomo como ellos dicen, o me jodo por antisistema y si me va fatal, yo me lo habré buscado. Claro, a mí me han criado y he vivido en la clase obrera que llegó a clase media por los pelos. Como mucho, si me parto el alma estudiando y trabajando como un zopenco, podré tener un chalet en la sierra y un audi. ¿Ese es el destino del alma humana? ¿Para eso hemos venido aquí?

Conciudadanos: salta a la vista que la mayoría de los jóvenes y muchos que no lo son tanto, no se dan cuenta de ello, pero si tenemos suerte un día seremos viejos y entonces, ¿quién nos cuidará? ¿El Estado que estamos dejando arruinarse y que apoyamos que sea vendido en trozos a los buitres financieros? ¿Las instituciones privadas? ¿Somos idiotas o es que no tenemos un simple seguro de autos, para saber cómo funcionan las entidades privadas? ¿Y en qué estado llegaremos? ¿Cascad@s, agotad@s, sin ilusiones, sin vida en el espíritu? ¿Qué marca, qué fabricante, qué estrella de fútbol o de Netflix va a cuidarnos entonces?

Esta atonía, este pasotismo, este individualismo atroz, esta ignorancia supina se están convirtiendo en un suicidio social lento, exasperante, odioso. Y yo os necesito, personas, os necesito para construir una vida plena, llena de sentido y hermosa, donde podamos desarrollarnos a pleno potencial. Si estoy solo, lo único que puedo hacer es escabullirme, vivir como pueda y lanzar gritos como este texto, que sale de mi corazón y mis entrañas.

¿No nos damos cuenta de que estamos enterrando las últimas posibilidades que tenemos de conservar la poca humanidad que nos queda como sociedad, bajo toneladas de superficialidad, de naderías, de abulia, de indolencia, de permitir que lo aberrante se normalice mientras miramos para otro lado?

Con todo mi respeto y mi cariño verdadero, herman@s, estamos entrando colectivamente por la vereda del “a mí qué me importa” y eso nos va a pasar factura a tod@s. Y cada vez veo más egoísmo, más insensibilidad, más apatía para cualquier cosa que no sea la autosatisfacción. Y ese orgullo ciego que impide siquiera escuchar con la mente abierta, nos hace insensibles, manipulables y suicidas.

Ojalá yo no viera lo que veo, no supiera lo que sé y pudiera estar tranquilamente con mis cañitas, mi tele, mi instagram y mi curro. Es casi una maldición para mí, a veces. Pero el caso es que el Gran Espíritu me impele a compartirlo aún cuando, lo que yo deseo simplemente, es tener un lugar en la sociedad. Uno donde sea libre de verdad y me pueda desarrollar de modo pleno, en tanto veo a mis herman@s hacer lo propio.

Me importa un cuerno si se hace viral o no llega a ningún lado este texto, no lo publico por cambiaros ni cambiar nada, sino por mantener mi cordura y mi salud mental. Y porque os amo con todo mi corazón, personas, y ello es parte de mi pequeña tragedia, pues la indolencia y la estulticia nos están devorando y los pocos que tratamos de hacer algo, sentimos como si estuviésemos vaciando el mar con un cubo de playa.

He presenciado reencarnación, milagros, lo imposible y aquí estoy, escribiendo un post para un blog que van a leer muy pocos. Deseando que mi voz se extienda al orbe, que despertemos, que nos pongamos manos a la obra y entendamos que el destino de la Humanidad no puede ser algo tan vacuo como consumir, trabajar sin más objetivo que hacer plata para consumir más o no morir de hambre y frío, darle gusto al cuerpo todo lo que se pueda y morir cuando toque, en la impotencia de no haber vivido de verdad.

Eso que llaman Dios existe, es, piensa, actúa y ama. Y eso hace de la vida un misterio prodigioso, del mundo un templo en el que gozar y también que cuidar y de nosotros, seres con un potencial desconocido.

La Muerte está ahí, por más que miremos para otro lado. El dolor y el sufrimiento de tantos seres víctimas de la codicia y la inhumanidad de aquellos que la generan a gran escala, también. Si te convences de que no puedes hacer nada, es cuando la última esperanza se desvanece y la Muerte se enseñorea de la Vida antes de llegar. La libertad y el progreso sociales son también espirituales, es lo mismo, no hay separación. Piénsalo, por favor. Todos los grandes maestros de la historia así lo entendían.

La Humanidad tenemos un destino increíblemente hermoso, si así lo decidimos. Somos seres mágicos, únicos y tenemos por ello una gran responsabilidad para con el resto de los seres y de todo lo que existe. No es necesario que todos despertemos, sólo con que lo hagamos los suficientes y pasemos a la acción, todo cambiará. Aunque no lo creas, el Gran Espíritu va a apoyar lo que tú decidas, lo que tú hagas. Pero existen unas leyes naturales que van más allá de las humanas y cuando esas leyes (envejecerás, enfermarás, morirás) se apliquen, mi más ferviente deseo es que hayas descubierto a tiempo al Gran Espíritu en ti y en todo; no que creas, sino que lo constates y vivencies.

A mí se me ha dado el don de la comunicación y de la expresión, no para tener un currículum brillante –que lo tengo y está muy bien- sino para ser un canal a través del cual el Espíritu Humano se manifieste, para llamarme y llamarte a despertar, a sentir, a ser lo que de verdad somos sin patrones, sin autoridades, sin más obediencia que a las leyes naturales de convivencia, respeto, armonía, bondad y colaboración que hacen que la vida prospere y la protegen de la destrucción, que también es ley natural. En el equilibrio está el secreto y no hace falta, si despiertas, que nadie te diga lo que debes hacer, pues lo sabrás en tu corazón.

No habrá evolución humana sin la correspondiente evolución espiritual. Esto es un hecho que puedes comprobar por ti mism@ si observas con atención y atas cabos, no es un axioma ni un dogma. Si realmente deseas un mundo mejor, que tu vida y la de los tuyos sea mejor, accede a la revolución espiritual tuya e intransferible, procede a ella a tu modo y actúa en consecuencia.

Permanezco abierto a comunicarme, a colaborar y a responder a quien quiera conversar conmigo con honor, honradez y buena fe. Y si este texto te ha movido algo y lo sientes como tuyo, tal vez lo quieras compartir, pero no por mí, sino por ti. No es propiedad mía, es de tod@s. Que tengas un excelente día.

Machihembrado

Dándole vueltas ando a la cuestión del feminismo, el machismo, el patriarcado, la violencia de género y todo ese tinglado, que parece sacado de una estampa cutre del odioso tiempo cuando gobernaban la Iglesia Católica, la Oligarquía y una parte del Ejército, en esta región del mundo tan castigada históricamente. Se conoce que hay muchos que no quieren dejarlo atrás, no sólo en los poderes e instituciones… también entre los ciudadanos de a pie.

Le doy vueltas porque siempre, inocente de mí, busco soluciones. Hace poco escuchaba a una nueva amiga, muy bella por dentro y por fuera, mientras desgranaba las razones por las que siente miedo de los hombres en incontables situaciones. Situaciones que a mí como hombre (y grande de tamaño), me parecen naturales, ordinarias, cotidianas… pero al ver el mundo con los ojos de mi amiga, recordé que no lo son para ella.

Donde yo veo un par de trolls que vagan por ahí tratando de divertirse al modo troll, ella ve faltas de respeto a su persona y/o amenazas a su integridad. La calle por la que paso sin fijarme siquiera en los tipos que la concurren, se transforma para ella en una pasarela donde una gacela desfila entre leones hambrientos. La noche que para mí, en una juerga, es el mapa por el que me muevo camino a casa recordando entre risas los mejores momentos de la velada, es para ella un pasillo que parece diseñado por Lars Von Trier para sufrir angustia, inseguridad, pavor… Para ella y para muchas.

Como hombre, exijo con furia, con conocimiento de causa y con toda la voz de mis pulmones, que las mujeres puedan ver el mundo como lo veo yo: que se puedan sentir seguras, que se vistan como les dé la gana, se acuesten con quien les apetezca y que nazcan, crezcan y colaboren en una sociedad que las honre, las respete y las valore como seres humanos tanto como a los hombres. Que vivan seguras y confiadas… mierda, me estoy viniendo arriba: ¡si yo como hombre tampoco me siento socialmente valorado, protegido ni tratado con respeto!

Pero al menos, no vivo con el miedo de que alguien me viole, me someta por la fuerza bruta en un portal, me degrade gratuitamente, me menosprecie sin motivo, me manosee sin mi consentimiento, me amenace o me ofenda con su verbo asqueroso. Y al imaginar vivir con eso, no puedo evitar que en mi corazón afloren lágrimas de impotencia.

Ya va siendo hora de que los hombres de verdad, los amables, bondadosos, respetuosos e íntegros, los que lloramos cuando nos da la gana y a mucha honra; los que valoramos la dignidad de cada persona por encima de todo lo demás, hagamos algo. Por ejemplo domar trolls, lo cual llevo haciendo personalmente desde que recuerdo. Tal actividad tiene su gracia, ojo, y cuando sabes tratarles, los trolls acaban siendo humanos también y algunos –cuando despiertan- se tornan personas muy interesantes. El ser humano es una fuente inagotable de sorpresas.

Pero es difícil, en esta sociedad adocenada y guiada por modelos a imitar en muchos casos machistas, estúpidos y violentos, ponerse en el pellejo de una mujer cuando se es hombre. También es difícil domar trolls, no lo repitáis en casa si no sabéis cómo hacerlo.

Y cuando muchos de nosotros nos unimos al grito de dolor de esta sociedad tan enferma que ni siquiera es capaz de valorar, cuidar y honrar a una de sus mitades, o nos consideran héroes (qué triste que sea una heroicidad lo que debiera ser simplemente innecesario), o nos insultan con una ristra de idioteces que más induciría a la risa que a la ofensa, si no fuera tan grave lo que nos pasa como cuerpo social.

Es insoportable, para un alma humana sana y normal, que exista tanta violencia, tanta ignorancia, tanta injusticia y tanta crueldad en una sociedad que algunos se empeñan en decirnos que es civilizada. Es intolerable que esto siga pasando y es execrable, que personas en puestos de poder e influencia como la Iglesia Católica u otras, los Gobiernos e Instituciones, medios de comunicación y entretenimiento y grandes empresas, lo sigan alimentando por activa o pasiva. Este no es un asunto para un departamento de un ministerio y un presupuesto. Es una emergencia y no nacional, sino planetaria.

¿Qué carajo de futuro vamos a construir, qué opción política vamos a estar en condiciones de estimar, qué institución vamos a respetar, cómo vamos a sentirnos orgullosos de nuestra sociedad, hasta que esto no se solucione de inmediato?

Mientras haya un obispo, juez, periodista o catedrático que sostenga que “es que debieran provocar menos” y permanezca impune;

mientras haya una película de animación que insista en que una heroína ha de ser mona y desear por encima de todo un príncipe azul;

mientras queden padres y madres que valoren a sus niñas por lo guapas que son y a sus niños les premien al mostrar agresividad con el título de machotes;

mientras por ser mujer se siga cobrando menos por el mismo trabajo y sigan existiendo profesiones “más aptas” para mujeres;

en tanto siga existiendo la necesidad de demostrar la valía intelectual, porque por ser mujer se considera por defecto que no la hay;

en tanto se sigan celebrando las odiosas letras de reguetón y otros, que ensalzan el imperio del macho fálico y depredador y la mera estupidez;

mientras el adjetivo “femenino” aplicado a un hombre siga siendo considerado ofensivo o degradante…

…continuaremos inmersos en esta sinrazón, en este abominable paradigma social.

Un paradigma que cataloga el amor como algo afeminado, blando y despreciable para el macho (o hembra) que va a la guerra o a la sala de juntas y arrasa lo que encuentra a su paso. A eso se le llama ser triunfador. Y se confunde posesión con amor, se trata el sexo como un objeto más de consumo.

Un paradigma que ha transformado la palabra “siniestra” para que deje de significar “izquierda” y se convierta en lo oscuro y temible, lo trágico. La izquierda (fuera políticas, por favor) es el lado femenino, el lugar de la intuición, del cuidado amoroso, de la ternura, la receptividad, la libertad para expresar las emociones más profundas y delicadas, de la paciencia. Y también del desenfreno, lo orgiástico y lo caótico. A cuántos hombres nos han castrado por ese lado… a cuántas mujeres se les ha castigado por no plegarse a los designios de los que imponen, comparten y se benefician de este insensato, antinatural y mutilador paradigma.

Lo derecho es lo recto, lo justo, lo correcto, según la neolingua imperante. La curva se ahoga aplastada por la recta, en lugar de ser amada por ella y el divino Diónisos se retuerce de dolor y rabia.

Y para mí, este es el guisante bajo la cama. Puesto que no me puedo considerar ni mejor, ni peor, ni igual que otra persona, sea mujer, hombre, transexual, hermafrodita o lo que sea. Sólo me puedo sentir humano, como ellos. Y si para mí es deseable una vida en paz, seguridad, abundancia y confianza, necesariamente ha de ser así también para ellos, a no ser que haya alguna anomalía. Si para mí es esencial la libertad, así lo considero para ellos. Si quiero ser amado, honrado y respetado en cada ámbito de mi vida, entiendo que les debe suceder otro tanto.

Las mujeres y los hombres ni somos iguales, ni tenemos por qué. Cada individuo es diferente del otro, de hecho. Cuando escucho tantas veces hablar de igualdad, entiendo lo que se dice y comparto su esencia moral y ética, pero me rebelo y pienso: ¿es que sólo somos capaces de respetar, cuidar a valorar a los que son iguales? O sea que si tú no eres mi igual, no tengo por qué respetarte, para ello tienes primero que conseguir ser igual a mí. Lo cual es imposible. ¿Pero qué perversión es esta?

Yo no quiero igualdad, yo quiero corazón, honradez, bondad, respeto, compasión, conocimiento, sabiduría, integridad y hermandad para con todo bicho viviente.

Lo que viene llamándose ser humano, vamos. Lo que quiero es no tener que defender lo que es obviamente indispensable e irrenunciable: que mi amiga y todas las demás vivan sin miedo y orgullosas de la sociedad en la que viven. Y eso, trasciende con mucho al feminismo, si bien lo incluye.

Pues al igualarnos, ¿cuál es el rasero que nos va a equiparar? ¿El de la clase media aborregada y condenada a trabajar por el resto de sus días, para poder sobrevivir con la ilusión de comprar todo lo que –antes o después- se va a transformar en basura y contaminación, pero que nunca satisfará los anhelos del alma?

¿El de la masa obrera alimentada con realities, basura barata para consumidores precarios, educación infradotada, escasez, barbarie social y sueños inalcanzables que los de al lado exhiben?

¿El de los esclavos bien pagados de las grandes corporaciones, obligados a quedarse día sí y día también a trabajar más allá de lo razonable y lo legal, ya que están cobrando mucho y tienen mucha responsabilidad, hasta que con un poco de suerte, llegan a viejos sin quemar, pero con el alma llena de tristeza y el cuerpo machacado?

No he visto yo al presidente o presidenta de ningún gobierno o institución, lord o lorda, monarca o miembr@ de junta de accionistas trabajar tanto –salvo honrosas excepciones- que para eso pagan a quienes lo hacen. Si es que lo pienso y me salen todos los profetas de la historia por la boca… No, no quiero esa igualdad, no deseo eso ni para mí, ni para ningún hombre o mujer.

Se hacen campañas de concienciación por un lado y por el otro, se sume a amplias capas de la población en la peor miseria de todas, que es la ignorancia. ¿Cómo van a funcionar esas campañas así?

Mucho más allá de toda esa pantomima, millones de madres y padres, educador@s, profesor@s, periodistas, artistas, médic@s, profesionales y ciudadan@s en todas las posiciones, luchamos cada día por fomentar los valores de la formación integral y bondadosa de las personas, por convertirnos realmente en una sociedad civilizada… para que luego vengan las campañas de propaganda del siglo XXI y te lo jodan, mostrando imágenes de sexo para vender detergente, vendiendo juegos de guerra para la play y online, metiéndote las pantallitas hasta en el orto y colocando en las cabeceras a futbolistas con sus novias modelos. Es como tratar de vaciar el mar con un cubo.

Ya te digo que una pareja en la que él sea un excelente amo de casa y ella una distinguida cirujana de prestigio no salen en portada, por mucho que sean monísimos los dos y vayan al gimnasio después de la misa de doce. No sólo hay que ser mono, sino que hay que dedicarse a algo que -sin aportar nada de valor real a la sociedad- te dé contenedores de dinero. Así sí, así sales en el telediario, te dan likes para comprarte un Ferrari y te salen followers hasta en Lesotho.

Yo quiero vivir en un mundo en el que cada uno es como es y se le respeta sin más, porque cada cual sabe respetar a su vez. Donde eso se trabaja desde la primera infancia en todos los frentes. Donde los referentes sociales son las personas que aportan cosas realmente útiles y necesarias a todos y son retribuidos en función de la valía social de lo que generan, al margen de si son hombres, mujeres, transexuales o de si les gusta el sexo opuesto, el mismo o todos, sean de la raza y creencia que sean. Sin necesidad de explicaciones, reivindicaciones, ministerios de igualdad, iglesias, sindicatos, políticos, policías y juristas. ¿Tan difícil es, joder?

Pues se conoce que sí, que lo es, porque aquí andamos. Llega un momento en que uno se harta de ver suceder lo mismo año tras año, década tras década, mientras en el día a día se libran batallas de cifras y porcentajes y se toman medidas que, al final, no van a ningún lado. No se acaba la violencia, no.

De hecho, aumenta en todas sus formas, desde la opresión económica sobre países enteros a la ignominia de la guerra, la violencia de género, las mentiras de las grandes corporaciones (veneradas por tantos), el ruido infernal del tráfico, las noticias que siempre oscilan entre lo terrible y la pura nadería, la corrupción de quienes deberían cuidar de lo común, el autoritarismo que regresa como si las últimas décadas no hubieran existido, la destrucción y contaminación del medio ambiente, la supeditación de los derechos fundamentales de las personas a los intereses del dinero y los mercados…

Y yo, inocente de mí, sigo buscando la solución. Inocente y consciente, eso sí. Sé que algún día daré con el punto correcto y ahí, la palanca moverá el mundo. Hasta entonces, seguiré dando palos de tuerto. Que tengas un excelente día.

Dedicado a todas las Helenas de Troya, Nausícaas, Artemisas, Ateneas, Ledas, Safos, Hécates y Heras que me han honrado y honran con su amistad.

La Espiritualidad, las drogas y los sistemas de creencia.

A bote pronto, podría definir la Espiritualidad como la fuente más excelsa y pura de Belleza que para mí existe sobre la Tierra. ¡Ups!, he escrito excelsa y me sorprendo de usar esa palabra. Me ha salido sola.

Antes de entrar en materia, he de asumir mi “amarillismo” al escribir el título. No estoy con éste defendiendo una relación entre la Espiritualidad y las drogas aunque, de hecho, existe. Sólo quiero aportar información conectada y algunas reflexiones acerca de tan delicado asunto. Y va a ser largo: vamos a pasear por la historia moderna, las civilizaciones antiguas, el chamanismo… así que –como diría Jack el Destripador- vayamos por partes:

Lo que en Occidente llamamos drogas, ha adquirido en las últimas décadas una serie de connotaciones tan recientes como manipuladas. A lo mejor no todo el mundo se ha parado a pensar que “droguería” viene de “droga”. Como drugstore en inglés, idioma que aún emplea drugs para hablar de medicamentos. ¿Por qué? Para empezar, veamos a qué llamamos droga y para ello, recurramos de nuevo a Santa Wikipedia, que si no es perfecta, se aproxima bastante… aunque si consultas cualquier asunto en ella, verás que hay una gran diferencia entre los artículos escritos en inglés y los redactados en español. Normalmente, los anglófonos son más completos y precisos. ¿?

“Droga es, según la Organización Mundial de la Salud, un «término de uso variado que en medicina se refiere a toda sustancia con potencial para prevenir o curar una enfermedad […] En el lenguaje coloquial, el término suele referirse concretamente a las sustancias psicoactivas y, a menudo, de forma aún más concreta, a las drogas ilegales».

Este término también se utiliza en el ámbito de la medicina y farmacología, como sinónimo de «principio activo» o fármaco, tal como refleja la definición de la OMS. Sin embargo, otros autores señalan que «droga» es el término utilizado para referirse a una sustancia usada sin fines terapéuticos, auto-administrada y con potencial de abuso o dependencia, o que produce placer.

Las drogas más consumidas del mundo son el alcohol, la nicotina y la cafeína, legales en la gran mayoría de países, además de otras sustancias generalmente ilegales como derivados de los opiáceos y las anfetaminas. La consideración del azúcar como «droga adictiva» está sujeto a debate científico, en el contexto de los trastornos de la conducta alimentaria.”

Queda claro. El cafelito es droga, el paracetamol es droga y a lo mejor lo es el azúcar de aquí a poco (con lo cual, el cafelito con azúcar va a acabar siendo un “pelotazo”, a lo mejor ilegalizan el carajillo…)

Sustancias que curan y/o producen placer o aminoran el dolor. ¿Por qué carajo –o carajillo- algo tan estupendo tiene tan mala fama? ¿O mejor dicho, por qué unas sí y otras no? ¿Porque son adictivas? ¿Y la tele no lo es? ¿Y los adictos al trabajo, a las máquinas tragaperras o al sexo? Va a ser que el problema no es de las sustancias, sino de los individuos…

Supongo que todos sabemos que muchos tranquilizantes, antidepresivos y una buena lista de medicamentos –perfectamente legales y reconocidos socialmente como necesarios para el bienestar y la salud- tienen en su fórmula o parten en origen de sustancias opiáceas y anfetamínicas, por ejemplo.

Por otra parte, el criterio empleado para prohibir las drogas no va en función de su potencial nocividad (que sería la explicación más coherente del porqué unas son legales y con buena prensa pero otras no), por lo que algunos científicos y muchas otras personas informadas, lo consideran arbitrario. En mi caso, yo lo considero una maniobra perfectamente pensada. Hace tiempo que aplico una regla que hasta ahora siempre ha funcionado:

Si quiero saber la razón de una situación social que en apariencia me parece un contrasentido, miro a ver quien sale realmente beneficiado y cómo. Entonces, lo entiendo clarito.

En todo caso, hay una historia para cada substancia y otra que las engloba a todas. A partir del tratado de 1912, es donde arranca la regulación internacional de los comercios de la droga, cuando grandes potencias de la época firmaron un nuevo estatus legal de prohibiciones comerciales para los llamados en general Narcóticos (aunque esa palabra significa “sustancia que induce al sueño”), preocupadas fundamentalmente por el creciente comercio del opio… fuera de su control.

Recordemos que no hacía tanto tiempo, unas décadas atrás, Reino Unido había humillado a China en la “Guerra del Opio” con una derrota militar, cuando China quiso negarse a que en su territorio se cultivara y comerciara con la sustancia, que era una fuente de ingresos enorme para el Imperio Británico y un modo de equilibrar las deudas que la ingente importación de té generaba en la potencia mundial. Hay que ver lo que el té ha provocado en la historia británica y por ende mundial… por cierto, también debe ser drogaína de esa…

De aquella guerra -valga como apunte- también surgió lo que hoy es Hong Kong, una isla que los británicos obligaron a los chinos a prestarles por 150 años en el pertinente tratado de paz, mejor llamado acta de rendición. Y hoy es una de las plazas financieras más importantes del mundo.

Los chinos ya eran la mayor potencia exportadora de mano de obra en el mundo, su emigración ya era ingente. Condenar el opio fue un modo de demonizar a los inmigrantes (tras obligarles a cultivarlo y comerciar con él, les acusaron de estar detrás del mismo), que llegaban en oleadas.

Lo mismo sucedió en los Estados Unidos en los años 30 con los mejicanos y la marihuana, existiendo la anécdota de que el mismo Anslinger, que promovió la ilegalización del cannabis al frente del US Federal Bureau of Narcotics, había declarado -antes de la campaña anti marihuana que luego lanzaría- que no veía razón para hacerlo, ya que la hierba nunca había provocado violencia ni males mayores en la salud. Y además, se usaba mucho en la industria (fibras y tinturas curativas). Pero tras el fracaso de la Ley Seca, su enorme y políticamente rentable departamento necesitaba ser dotado de contenido…

Décadas después y en la misma súper potencia, sucedería lo que en parte se cuenta en la película “Los hombres que miraban fijamente a las cabras” (si no la has visto, te la recomiendo), una historia basada en hechos reales, lo cual sé de primera mano por mis contactos en el país norteamericano.

Efectivamente, en los años 60 y 70 existieron muchos experimentos en los USA con sustancias como el LSD (sintetizado por un ingeniero químico de la Sandoz, hoy parte de Novartis), demostrándose que genera un estado creativo altamente productivo, verificado en terrenos como la matemática, la ingeniería o la física. Eso fue antes de su condena social.

Hofmann, el propio padre del LSD, diría en un discurso en su 100 cumpleaños:

“It gave me an inner joy, an open mindedness, a gratefulness, open eyes and an internal sensitivity for the miracles of creation. […] I think that in human evolution it has never been as necessary to have this substance LSD. It is just a tool to turn us into what we are supposed to be.”

“Me dio una alegría interior, una apertura de mente, una gratitud, ojos abiertos y una sensibilidad interna hacia los milagros de la creación. (…) Creo que en la evolución humana nunca ha sido tan necesario tener esta sustancia LSD. Es simplemente una herramienta para convertirnos en lo que se supone que somos.”

Me cuesta hallar una mejor descripción de las vivencias espirituales, que yo mismo he experimentado tantas veces sin recurrir a ninguna sustancia. Sin embargo, en el contexto del chamanismo he escuchado demasiado (sobre todo en Europa) aquello de:

-“¿Tú estás en eso del chamanismo? O sea que te pones de grana y oro y ves hasta dragones volando”.

Este tipo de prejuicio denota un profundo desconocimiento de lo que es el chamanismo por dentro… y de las drogas también. He probado muchas y nunca he visto nada parecido ni conozco a nadie que lo haya hecho, salvo casos de índole patológica, que los hay. Sólo quien nunca se ha drogado puede pensar así.

Y desde luego, lo que los chamanes llaman “plantas de poder” no sólo NO son drogas, sino que algunas –como la Ayahuasca- se emplean para curar drogadicciones con resultados formidablemente buenos.

En las tradiciones mistéricas de nuestra cultura madre, la Grecia Clásica y antes aún, se empleaban plantas de poder para elevar la conciencia de los participantes –como en los ritos Órficos y los Misterios Eleusinos- de modo que pudieran acceder a otro modo de percibir la realidad más amplio, profundo y consciente. En todas las culturas ancestrales de la Tierra era así y aún lo es, en las que han sobrevivido mejor o peor. Y no, las Culturas Antiguas de la Tierra no eran una panda de salvajes, que no sabían nada de la verdadera civilización que se supone hemos alcanzado en nuestros días.

Muy al contrario, los que construían edificaciones como las pirámides de Giza, Karnak, Uxmal, Palenque, Teotihuacán, Tepoztlán, Tula, Angkor Wat, Tiwanako, Puma Punku, Sacsayhuamán, Machu Picchu, la Acrópolis, Delfos, Nazca… lugares todos que he visitado -por citar unos pocos y sugerirte viajes realmente inolvidables-, no podían ser unos incautos sin conocimiento. Mis ojos han contemplado en todos ellos una belleza, armonía y cualificación técnica, que me han conducido a un estado de asombro incomprensible para quien no lo ha presenciado.

Es simplemente estúpido seguir pensando que el ingente patrimonio de las Civilizaciones Antiguas, perteneció a pueblos menos desarrollados que nosotros, puesto que hoy no podríamos reproducir -con todos nuestros medios tecnológicos- con la misma perfección y limpieza muchas de sus obras. Y no sabemos apenas nada de ellos, mucha información fue destruida o secuestrada a la largo de la historia. Y mucha otra tergiversada, falseada o permanece incompleta.

Quienes nos dejaron legados tan asombrosos, magníficos y enigmáticos en arquitectura, filosofía, mitología, astronomía, medicina, espiritualidad, historia, arte… no podían ser unos salvajes.

Es más, si lo miramos con criterio objetivo, podemos fácilmente concluir que estaban más adelantados que nosotros en muchos aspectos. Me consta que al afirmar esto, toco en un lugar profundo del sistema de creencias imperante en Occidente. Un sistema que ha hecho de la propaganda una herramienta para construir y cohesionar sociedades. Y es muy difícil discernir la verdad de la propaganda, cuando esta última viene siendo impuesta hace siglos y ha acabado permeando el ADN de nuestra sociedad, hasta modelar a su antojo nuestro código moral, de creencias y comportamiento.

Pero los hechos están ahí. La propaganda que los poderosos difundieron e impusieron a sangre y fuego durante siglos, elaborada en nuestra parte del mundo por la Iglesia Católica fundamentalmente, viene pregonando desde siempre su supremacía sobre cualquier manifestación cultural o espiritual ajena, que podía ser considerada desde paganismo a herejía, pasando por el culto satánico, por lo que era destruida. O simplemente menospreciada.

Los pueblos ancestrales –por mucho que se les acuse de horrores- exhiben en todos los casos, una inequívoca manifestación espiritual colectiva de enorme importancia, relacionada en ocasiones con determinadas sustancias psicoactivas y ritos… pero claro, si yo cedo a la evidencia y acepto que los vestigios indican claramente la existencia de culturas antiguas altamente evolucionadas y -en muchos aspectos- más adelantadas que la mía, en las cuales es clara la importancia que otorgaban a la Espiritualidad y a lo que hoy llamamos “droga”, a lo mejor es porque tenían buenas razones para ello.

Cualquiera que haya visto, por ejemplo, la preciosa reconstrucción de Tenochtitlán, la capital Azteca o Mexica que se encontraron Hernán Cortés y su ballet en el siglo XVI, ha tenido que preguntarse (si tiene un poco de sensibilidad): ¿cómo esos patanes codiciosos, ignorantes y crueles –sus actos así los declaran- que se llamaban a sí mismo Conquistadores, fueron capaces de destruir hasta los cimientos una ciudad que parecía ser una hermosísima mezcla entre Venecia, Machu Picchu y Teotihuacán?

Pues por una cuestión espiritual, según nos dicen: parece ser que las hordas católicas no soportaban que otros creyeran otras cosas y se agarraran aquellos colocones místicos… o pensaron en la pasta que podrían sacar de aquellas riquezas y aquellas gentes, amparados en una justificación suficiente. Nada nuevo bajo el Sol.

Hay muchas personas que no soportan bien la Belleza; esta les despierta ansia de poseerla o aniquilarla, les hace sentir pequeños, indefensos y vulnerables, inferiores. Y hay muchas más que no se cuestionan lo que se les manda, lo hacen y punto. Los ejércitos están llenos de gente así, los ministerios también, los bancos también, las grandes empresas también. Lo llaman el “principio de obediencia”. Gracias al principio de obediencia, uno vive como le dicen, cree lo que le ordenan y piensa como se le manda. Lo que viene a ser un títere, vamos. Nuestra sociedad está hecha desde hace muchos siglos para, por y de títeres.

¿Y cuál es el mejor modo de convertir a seres humanos en títeres? Describiéndoles el mundo del modo que le conviene al titiritero, como ejemplifica el cuento del elefante que pasó toda su vida -desde bebé- amarrado a una cuerda y cuando se hizo mayor, nunca rompió la cuerda –por más que tenía fuerzas de sobra para ello- porque creció aprendiendo que esa cuerda era irrompible.

¿Y en qué se convierte ese modo de describir el mundo, donde uno acepta lo que le han dicho sin discutirlo, ni preocuparse por saber realmente si se puede romper la cuerda que le ata?

Obviamente, esa descripción del mundo no contrastada, no es sino una creencia.

Voilà la Espiritualidad, tratando de colarse por la esquina, manchada de supersticiones y creencias ciegas que han acabado convirtiéndose en “verdades” a fuerza de ser impuestas y repetidas.

Una de las creencias más fuertes de nuestra sociedad contemporánea, es que las drogas son malas. Así de simple. Incluso quienes las consumen asidua y conscientemente, tienen que lidiar con esa pesada etiqueta. ¿Y cómo se demuestra esta aseveración? Por ejemplo, exhibiendo casos de descerebrados que, bajo los efectos de las drogas, cometen todo tipo de tropelías. Como si no las cometieran sin drogarse.

O aportando estudios científicos… pero quien sabe que un estudio científico puede ser manipulado para arrojar el resultado que uno desee, sabe que estos no son necesariamente pruebas irrefutables. Depende de la integridad del científico y del dinero que se haya pagado para que algo se demuestre. Esto también lo sé de primera mano.

Además, se mezclan en el mismo saco la marihuana con las drogas sintéticas, la heroína con los hongos, la cocaína con la hoja de coca… y no tienen nada que ver unas con otras.

¿Qué tienen las drogas realmente de peligroso y a mi entender? Pues que hacen resquebrajarse con gran facilidad las creencias impuestas socialmente, facilitando el acceso a un modo diferente (y personal) de percibir la realidad y generando un bienestar de corte espiritual, en la línea de las palabras de Hofmann. No son inocuas, obviamente, luego no se pueden tratar con insensatez. Pero el marco de creencias imperante desde hace siglos se apoya en tratar a las personas como ganado, diciéndoles esto sí y esto no, en lugar de formar a los individuos para que decidan por sí mismos y sean responsables, sensatos y libres.

La lucha contra la droga es bandera ganadora en términos políticos, pero por encima de eso, genera un negocio de un tamaño incomprensible para el ciudadano medio.

Y con todo siguen ahí, con tanta fuerza como siempre. La guerra contra las drogas es híper rentable y nunca acabará; por eso es la guerra perfecta, pues genera inimaginables e inacabables beneficios económicos a quienes controlan uno u otro bando… quien sabe cuántos de sus principales actores o beneficiarios últimos estarán en ambos. Y la Humanidad no va a dejar de usarlas, esto es obvio al menos a corto y medio plazo. Su uso no desaparecerá porque el bando que la combate gane. El único modo de que la humanidad deje de usar drogas, es que se halle en un estado de iluminación que las haga inservibles.

Tal vez tenga sentido que Diónisos, el dios oriental que llegó a Grecia y la puso patas arriba y con el sexo al aire, fuera considerado eso: un dios. Por tanto, su orgía y su ebriedad eran sagradas. ¿Eran salvajes, brutos e ignorantes los griegos por considerar esto así? ¿Para eso sí lo eran y para la matemática, la arquitectura, la literatura, la astronomía, la ingeniería, la física y la medicina, no?

Es muy curioso de ver lo de las creencias. Por ejemplo, la mayoría de las personas en un entorno medio tiende a creer que la Grecia Clásica fue la cuna del racionalismo y del modo materialista de ver la vida en Occidente. Y sí, así es, pero no sólo eso. El Teatro Clásico Griego es una buena muestra de que lo mágico, lo espiritual, lo imposible para la mente racional, era tan griego como el Teorema de Pitágoras. Es más, el propio Pitágoras era un iniciado, un hombre de conocimiento “esotérico”; era eso que hoy llamamos un chamán, todos los que sabemos realmente lo que esa palabra de origen siberiano designa.

Sí, Pitágoras era un chamán y un maestro espiritual. Suena raro, ¿no? Y no digamos si afirmo eso del Cristo o del Buda… hay estudiosos muy serios que afirman que estos últimos eran buenos bebedores de vino. A ver si el Cristo, en las famosas bodas de Canaán, “convirtió el agua en vino” para luego ni probarlo… menudo ejercicio de hipocresía, como si hubiera dicho: “vosotros emborrachaos, yo os pongo la droga (¡y mediante milagro, ojo!), pero yo no la pruebo… es que estoy por encima de vosotros, ¿sabéis? Pero os proporciono alimento para vuestra depravación y para perjudicar vuestra salud.”

En fin… este señor era de su tiempo y en su época, como en todas las que conocemos de la Historia Humana, se han consumido alcohol y drogas, aparte de las plantas de poder. A mí me parece lo más lógico, tanto como ver fumar un pitillo a maestros budistas entre meditación y meditación. Y es que al final, medicamentos y drogas son lo mismo en esencia, según la propia OMS –según hemos visto- reconoce.

Desde un punto de vista –el mío- fundamentado en la búsqueda de conocimiento desde la experiencia contrastada, es lógico que un ser espiritual y evolucionado ame la vida y la goce en todo su esplendor, más allá de moralinas y normas de rebaño impuestas con afanes controladores.

Cuando uno avanza en el camino del conocimiento espiritual, entiende por sí mismo que si sus pasos le están alejando de la inmediatez física y emocional de la vida, no es un camino válido. Espiritual no es opuesto a material. Ambos se integran en un todo sin fisuras.

De igual modo, el camino del conocimiento espiritual no sólo no se puede separar del sexo y el placer, sino que ambos son terrenos de experimentación y crecimiento espiritual insustituibles. Con ello, se llega pronto a la conclusión de que la única guía admisible debe ser la propia y no de ningún otro, ya que en demasiadas ocasiones lo que uno ve, experimenta y aprende, choca frontalmente contra las creencias del cuerpo social. Un cuerpo que defiende su imperio sobre las creencias con dos armas: ilegalizar y demonizar, usando para ello todos los recursos a su alcance, incluida la medicina oficial, con la que te pueden declarar «loco» y sacarte del ruedo con una patada, como le hicieron a Tesla.

Y al final de todo, cuando la Muerte llegue, ningún otro vendrá a hacer una recapitulación de la propia vida y de lo que hemos hecho con ella. En ese momento, no valdrá de nada decirnos a nosotros mismos que nos obligaron a creer y por ello, no vivimos de acuerdo a nuestra propia y personal Verdad.

¿Qué hacemos con la vida, en realidad? Desde determinado punto de vista, a la postre todo lo que hacemos es buscar belleza y placer, puesto que ello nos nutre, nos motiva y puesto que estamos diseñados orgánicamente para ello. Y al margen de que aceptar el dolor y la fealdad en su totalidad es tan necesario como útil, esta búsqueda continua -cuando se nos han cortado las antenas para conectar con una realidad espiritual que existe y es fuente de las mayores belleza y placer imaginables- puede desembocar infinidad de veces en la droga, sea esta alcohol, marihuana, café o los optalidones que se tomaba mi madre y que –desgraciadamente para ella y tantas otras amas de casa de su época- fueron retirados del mercado por ser adictivos.

Pero es que el placer es adictivo, como lo es la belleza. Otro asunto es como gestiona cada individuo ese hecho.

Así pues, la droga (bien usada y en un estado puro) no sólo es un modo de acceder a experiencias de índole espiritual, merced al resquebrajamiento de las creencias, de límites autoimpuestos y por medio de la inducción al placer. Además, en muchos casos, ha acabado convirtiéndose en un sucedáneo de la espiritualidad, en un modo de trascender una realidad cotidiana tantas veces ingrata, fea y mediocre, en este orbe humano tan injusto y mal construido para tantas personas del planeta.

La droga bien usada proporciona un modo de acceder a la belleza de la existencia sin preocupaciones, sin miedo, en confianza y bienestar. Lo mismo que proporciona una espiritualidad bien entendida y vivida en libertad e integridad. Qué curioso que ambos modos estén tan controlados en todo el planeta.

Para acabar, me viene a la mente lo que me aseguran que rezaba en la primera de las entradas al griego Santuario de Delfos: “Conócete a ti mismo”.

En la segunda, se leía: “Nada en exceso”.

Dos buenos consejos para quien desea entender mejor todo esto… y para muchos otros fines. Que tengas un excelente día.

Amo de casa

Lo soy o –mejor dicho- lo practico. Sin duda porque amo mi casa.

Ser amo de casa conlleva, además de un montón de divertidas y variadas tareas (no es sarcasmo, es que así he decidido vivirlas), tiempo para discurrir, reflexionar, meditar e informarse (cuando uno no ve la tele ni videos inanes en la red), todo lo cual –así juntito- va dándole formación a uno. No me sienta bien doparme la conciencia con basura variada de consumo masivo; prefiero emplear mi tiempo en algo que me enriquece. Y como tengo años de experiencia y un excelente currículum en esta dedicación de cuidar de la casa, no se me da mal.

Además me sé administrar el tiempo, cosa que no todo el mundo puede decir… la mayoría de las veces, porque a las personas apenas les queda tiempo propio con el que practicar y aprender a gestionarlo bien.

Por ello, paso el aspirador y luego veo un par de documentales de diferente sesgo, sobre la crisis financiera en España, ahora que hallo información de una Comisión de Investigación sobre el asunto, en el Congreso de los Diputados. Y así enlazo la necesaria y querida limpieza, con informarme acerca de los que dictan las reglas que hacen que sea tan difícil vivir en abundancia. Yo vivo en la abundancia, pero tengo la manía de ocuparme del Bien de todos y de todo, no sólo del mío. Sí, soy así de rarito.

Por otra parte y a fin de cuentas, la abundancia, como muchas otras cosas, es tan relativa… depende de lo que uno desee, en realidad. Al menos en el lugar del mundo en el que vivo, donde los básicos están tan felizmente asegurados, que hay personas que incluso moran en la calle (no todas, ojo) por elección propia. La putada se da cuando no eliges, como un chico con el que conversé hace poco, pues lo encontré muy triste mendigando en una avenida principal llena de tiendas, un homeless según los llaman… pero esa es otra historia.

Agradezco profundamente el bienestar en el que vivo y lo quiero conservar y hacer crecer, para compartirlo. Quiero que todo el planeta viva en una abundancia sostenible y en equilibrio, no sólo todos los humanos. También todos los demás seres vivientes. Quiero compartir Alegría, Serenidad, Abundancia, Amor y Plenitud porque es posible y me nutre hacerlo.

Y lo encuentro mucho más apropiado y eficaz –a día de hoy- que preocuparme o enfadarme por los que no tienen, por tanta injusticia, tanta codicia, tanta ignorancia y tanta crueldad. Es otra forma de verlo y de actuar, simplemente. Puesto que si lo que deseo es vivir en un mundo en armonía, paz, confianza, abundancia para todos, hermandad y alegría, eso es lo que le doy al mundo cada día, cada minuto que lo consigo.

Tan en contacto estoy con lo cotidiano, tan lento es el desfile de minutos, que me da tiempo a darme cuenta de un montón de asuntos. Y me digo: “caray, cuántas ideas interesantes surgen en mi mente cuando voy más despacio y puedo prestar atención al ahora, sin distraerme con lo que tengo que hacer luego, lo que no hice ayer o cualquier cosa que no sea lo que estoy viviendo en este momento.”

Es como ralentizar la vida y sentirla con más detalle; como ser capaz de diferenciar y nombrar las 4 o 5 especias que -casi siempre- le pongo al almuerzo.

Mi partner está currando y yo en casa, como mi madre, mis abuelas… y sí, ya, todo eso: me solidarizo con ellas, dejo fluir mi lado femenino, entiendo y admiro a las mujeres que nutren, crían y aman, las honro por ese trabajo enorme… sí, todo eso ya lo aprendí hace muchos años y no necesito recordármelo, pues sigue presente y vivo. Además no quiero escribir ahora sobre eso: necesitaría un libro entero.

No, lo que me importa ahora es que tengo tiempo para mí, para acercarme con paso suave a un estado contemplativo, que no sólo no me impide, sino que me ayuda a cuidar de la casa con esmero, eficiencia y cariño, porque eso es lo que hace un am@ de casa, en mi mundo idealista y utópico. En mi mundo donde los milagros son posibles y se dan a menudo.

Y he decidido que estoy harto de soportar que la palabra Utopía haya acabado por ser equivalente a imposible; así pues, me he puesto a crear una de ellas pequeñita (¡ay si Tomás Moro levantara la cabeza…!) para romper la regla, aunque sólo sea en un caso.

La regla racional de Occidente dice que lo imposible no puede existir y que si eso sucediera, habría que llamarlo milagro y los milagros, no existen. Pues me he puesto a crear la excepción, pues esta no siempre confirma la regla. A veces la inutiliza. Y a lo mejor puedo inutilizar esa regla tan anticuada y mediocre. Y de paso, hacer un milagro, que es un arte tan profundo que sólo tras un largo y riguroso trabajo de autoconocimiento, cura y limpieza de sistemas de creencia se puede comenzar a practicarlo.

¿Cuán grande será un día la Utopía que estoy creando? No sé, hasta donde llegue. De momento, cuido de la Casa de la Alegría, que es donde vivimos mi partner y yo… y lanzo al mundo este mi proyecto de milagro, soñando que un día congregue a muchos seres despiertos, bondadosos, inteligentes, amorosos y cultivados en todos los aspectos, para enriquecernos mutuamente y hacer brillar esa Utopía con fuerza y alegría en el mundo real.

Veo los vídeos sobre la crisis con atención y me entero de lo que veo y escucho, tomo nota y lo cotejo, entiendo mensajes complejos o que conllevan profusión de datos… puedo incluso escuchar hablar durante horas de economía, si el orador habla con intención de hacerse entender, mientras se calienta el horno.

Ideas interesantes. Me gustan tanto como la salsa boloñesa y la cerveza inglesa. Para mí, las ideas son interesantes porque son pensamientos nuevos u olvidados hacía tiempo, porque tienen sentido. Cuando son espontáneas, genuinas y fundamentadas en el conocimiento adquirido, cuando saben a descubrimiento feliz y provocan un Eureka, cuando parecen encajar en el gran Rompecabezas de la Existencia que hace años trabajo en componer, abriendo el camino hacia nuevas preguntas o ideas, me producen una sensación estimulante muy agradable.

Ideas que a veces parten de “preguntas tontas”, como las he oído llamar tantas veces. Las obviedades, relegadas al infierno de la tontería. Si me paro a pensar en cuántas obviedades entran en bucles de paradoja y dejan de serlo… a pesar de que muchas cosas se dan por sentadas y, por tanto, se supone que no hay ni que pensar en ellas, porque son obviedades, luego uno mira bien… y no están, no sólo sentadas, tampoco de pie. Se han ido, tal vez al universo de lo olvidado.

Me gusta recordar aquella escena de la segunda entrega de Matrix, cuando Neo no puede dormir y desciende a las profundidades de Zion, la ciudad asolada por bichos metálicos cabrones en la que vive. Baja a lo más profundo y a donde casi nadie va, porque es donde se genera el agua, la electricidad, se recicla la basura y todo lo que la ciudad necesita y a casi nadie interesa, buscando soledad. Allí se encuentra, como por azar, con uno de los miembros del Consejo que gobierna el reducto humano donde viven y éste, le dice algo así como:

– Mira esas máquinas. Zion no podría vivir sin ellas: suministro de electricidad, agua, ventilación… sin embargo, nadie sabe cómo funcionan, nadie se pregunta nunca de donde sale el agua. Simplemente abre el grifo y el agua sale.

Eso pasa también con l@s am@s de casa. La sociedad no nos mira, no nos tiene en cuenta ni le da el inmenso valor que tiene al cuidado del hogar. A lo mejor, eso es porque la sociedad en su conjunto no presta atención al cuidado que la vida merece y precisa. A veces me da la sensación de que nos estamos olvidando de lo obvio, de lo básico, pues estamos dando por sentado que alguien lo hará y eso no es así. Para suministrar lo que nuestra sociedad compleja y moderna necesita, hay que estar muy cualificado. Y mirar por el Bien Común. Lo mismo que al cuidar el hogar.

Me gusta jugar a hacerme una pregunta que nunca antes me haya hecho, ni haya escuchado: generar una pregunta completamente nueva. Lo practico con frecuencia, mientras lavo los platos, por ejemplo. El otro día se me ocurrió, en tanto envolvía unas patatas para poner al horno: ¿quién inventó el papel aluminio y cómo surgió esa idea? De ella, se desgajaron muchas otras: ¿cómo se fabrica? ¿es realmente seguro para la salud? ¿cuánto se vende en el mundo? ¿de dónde sale el mineral necesario? ¿qué precio tiene el aluminio en el Gran Casino que llaman mercado libre, donde la banca siempre gana? Y claro, en cuanto dejé las papas a hornear, me fui al altar de Santa Wikipedia y su cohorte, a pedir información.

Y mientras lo consultaba, de pronto, me asaltó la idea de que el comercio global a escala mundial del papel de aluminio, que ya de por sí es algo que difícilmente puedo imaginar por su tamaño y complejidad, es una gota en un océano de objetos y productos. Y como si fueran figuritas de matrioshkas rusas, de esas que se encajan una dentro de la otra, trato de concebir el comercio mundial de pan de molde, de bragas, de carne de pollo, de cobre para cables, de papel higiénico, de mangos de sartenes, de grifos mono-mando, de derivados del petróleo, de productos financieros, de dinero… las matrioshkas son ya monstruos inabarcables para mi mente. Pero ahí están, y las controla alguien. ¡Uf!, voy a poner una lavadora…

Si algo es gratis, tú eres el producto.

Esa es una frase que se usa a menudo en el contexto de las empresas de nuevas tecnologías. Pero había comenzado este cuento con un documental sobre la crisis, sus causas y razones… Y de pronto, como ya tengo la comida terminada, me quedo mirando vídeos de comparecencias completas en las comisiones de investigación del Congreso de los Diputados de España. Comparecen personajes de todo tipo. Desde mi casa, de la que soy amo, veo que sí hay personas preparadas, a juzgar por sus exposiciones lógicas, inteligentes y fundamentadas. También puedo ver para qué usan esa preparación: si para defender algo, o para atacar lo otro; si para clarificar o para enturbiar… lo puedo ver, porque presto atención.

Es lo bueno que tiene el tranquilo y sosegado discurrir del tiempo en la casa que amo.

Salto de tipo de documental y me voy a las grandes corporaciones mundiales, siguiendo con el hilo que todo lo enhebra, el sentido que todo lo que sucede en el mundo tiene, cuando se sabe relacionar con lógica y sin prejuicios. Las 4 grandes reinas del mundo empresarial a escala global hoy, Google, Facebook, Apple y Amazon, lo son… ¿por qué? Y me viene otra preguntita… ¿De dónde saca el dinero una aplicación gratuita hasta convertirse en una de las mayores empresas del mundo? ¿De la publicidad? No seamos ingenuos, que se me quema el guiso… ¿Cuántas empresas conoces cuyo único ingreso sea el que procede de los anunciantes y ello la haya convertido en un monstruo empresarial de un tamaño tal, que era inconcebible hace sólo 20 años que algo así existiera? Supongo que lo sabe todo el mundo: si es gratis, es porque lo que se está vendiendo eres tú.

Bah, no tiene importancia. A mí me viene muy bien la app y los silliconvalleyenses son además súper cool. Tienen futbolines y campos de deporte en sus oficinas allí, en el paraíso. Son la vanguardia de la tecnología, no llevan corbata, sus diseños me encantan, sus proyectos futuristas me inspiran y gracias a ellos la vida es mucho más guay. Puedes ligar con tu Smartphone, comprar con el laptop e ir a cualquier lugar nuevo sin perderte. Puedo hasta escribir un blog y que lo lean otros. Si alguien tiene que gobernar, que lo hagan ellos…

Y de hecho lo hacen, hasta el punto de que no pagan impuestos en ningún país del mundo. Este es el mejor de los inventos del súper gurú de los genios mazo guays: Steve Jobs, con la connivencia de unos cuantos mendas más, por supuesto muchos en puestos políticos. El gran gurú de nuestro tiempo digital debió decirse:

“Sí hombre, voy a pagar yo impuestos si apenas los pagan las grandes petroleras, las grandes financieras o las grandes distribuidoras. Ellos pagan poco; yo, no pienso pagar nada.” Y se inventó un modo genial de hacerlo. Tan genial, que lo están copiando otros.

¿Y qué conlleva eso? Pues que paguemos más tú y yo, obviamente, sobre todo en un contexto de crisis, donde los inútiles que gobiernan toman decisiones como subir los impuestos (después de asegurar que no lo van a hacer para ganar las elecciones, con lo cual además de inútiles son mentirosos), agravando con ello la situación al reducir aún más la capacidad de las familias y empresas de pagar la ya gigantesca deuda contraída. Por poner un ejemplo.

Por no hablar de la situación de monopolio que vivimos, monopolio de gigantes con cuyas cuentas de resultados podrían comprar el PIB de muchas naciones. ¡Qué tío listo el Esteban Trabajos, el de Manzana! Yo haría igual, desde luego. Porque bien mirado, pagar impuestos para que se los regalen a un banco en quiebra cuyos directivos se lo acaban embolsando, o se lo lleven a Panamá, o lo gasten en construir un aeropuerto en Pelahustán, provincia de Toledo…

Pero claro, eso no es así siempre, al margen de ironías. Sé que muchos de mis impuestos van a pagar la educación de mis sobrinos o el médico de mi madre. Todavía es así y no está de más exigir un par de cosas a quienes se gastan tan mal nuestro dinero… o meramente nos lo roban.

Y además, a mí no me dejan ir a Irlanda o Luxemburgo, hablar con el Prime Minister oriundo del lugar y decirle: “mira PriMo (abreviatura de Prime Minister), yo voy a poner la sede de mi empresa aquí, pero me tienes que dejar exento de impuestos.”

Así que nunca podré escuchar al PM que me responde: “hombre, qué jeta. No, a ver, vas a pagar un 0’05% de tipo impositivo, una cosa simbólica, ya sabes, para mantenernos dentro de la legalidad… pero te tienes que traer aquí los leuritos que ganes por ahí. Y ponme un Château francés con 500 hectáreas de terreno en mi cesta, que siempre he tenido el capricho…”

Los puntos suspensivos, en este caso, me han permitido ir a limpiar el baño. Como la patena ha quedado.

Al regresar, he aprendido la palabra Googlitud, que sí, que existe. Y me decía yo a mí mismo: no te inventes palabras que eso no está bien… pues si Google lo hace, yo –que llevo mucho más tiempo- también tengo patente de corso, hasta ahí podíamos llegar. Googlitud parece ser que define aquella característica personal que le ha hecho a uno ser muy bueno en algo, destacar en lo que sea, a base de talento, dedicación y esfuerzo. Mola mazo.

Los torpes que se jodan, no van a disfrutar de la mesa de ping pong ni de la comida vegana de la cantina, esos a poner ladrillos, fabricar Smartphones, empaquetar en Amazon o como yo, a amar la casa. ¿Oh cielos, tendré yo Googlitud?, me pregunto anhelante. ¿O seré tan torpe que acabaré metiendo el ordenador en la lavadora?

Y de repente, me asalta otra pregunta: ¿Cuántos likes se necesitan para amarse uno a sí mismo correcta y tiernamente?

Ahí llega mi partner… y pienso –mientras oigo su amada voz proclamar que ya está en casa- que en esta vida, a veces huimos de lo que más bien nos hace, sólo porque no sabemos lo que realmente necesitamos y lo que de verdad nuestro corazón desea. Yo nunca había deseado ser amo de casa y mírame, tó feliz… cambio y corto.

Carta abierta a la Organización Médica Colegial de España (Dr. Jerónimo A. Fernández Torrente y colegas) y a las fuerzas políticas e instituciones inmiscuidas en el intento de ilegalizar las Medicinas y Terapias Complementarias y Naturales.

(Querido lector/ a, siéntete libre de compartir y utilizar este documento si estás de acuerdo con él y lo crees oportuno)

Estimados señores y señoras:

Unos meses después de haber leído el informe que publicaron en su momento acerca de las Medicinas y Terapias Naturales, Complementarias y Alternativas (que ustedes llaman “pseudoterapias”) y asistiendo al aberrante despropósito inquisitorial del proceso paulatino de criminalización y basureo de dichas disciplinas, he acabado cediendo a mi impulso de escribirles esta carta abierta, con el objetivo de aportar una visión que, aún siendo mía y a título personal, estoy convencido de que comparten cientos de miles de personas, sin duda incluso millones en todo el mundo, muchas de ellas instruidas, cultivadas y con fundamentado criterio.

Esta visión es muy simple: están ustedes atacando algo que funciona correctamente, que ayuda a muchísimos ciudadanos a tener una mejor salud y/o una mejor calidad de vida y que no tiene por qué entrar en colisión ni competir con la medicina alopática, que ustedes ejercen y defienden.

Y me pregunto por qué lo hacen, ya que es obvio según lo expuesto que no les preocupa el bienestar y salud real de los ciudadanos. Tratar de criminalizar algo que facilita y proporciona a diario el bienestar a miles de personas y que en incontables casos se acaba convirtiendo en un eficaz complemento o alternativa a la medicina que ustedes practican, atacándolo ora porque no entra en su sistema de creencias, ora porque “les hace la competencia” o porque existan ulteriores intereses ocultos provenientes de lobbies, no es lo que yo llamaría una vocación de ayuda. No, yo lo llamo abuso de poder y campaña de terror.

Su informe, con todo respeto, no nace de un verdadero espíritu científico, sino que se ve espoleado por ocultos intereses políticos, económicos y religiosos. Y es altamente fraudulento y peligroso. ¿En base a qué sostengo esto? Vayamos por partes, partes que espero tengan a bien leer, si de verdad lo que les mueve es la salud pública, la verdad científica y el interés general de la ciudadanía:

Aseveran que no hay evidencia científica para estas terapias y medicinas tradicionales y eso es simplemente falso. Vayamos a la raíz y hablemos de ciencia:

¿Qué es la ciencia? Según la RAE, “conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente”.

 Bien. En disciplinas como la Ayurveda, la Medicina Tradicional China (MTC) o Tibetana, la Homeopatía, las Terapias Neuromusculares y muchas otras que ustedes están demonizando y tratando de criminalizar, todos esos ingredientes están presentes y esto no es una opinión mía, es un hecho amplísimamente contrastado y verificado. No ha lugar aquí a desglosar datos, puesto que si ya están disponibles y ustedes no los aceptan, de poco serviría volver a desplegarlos.

Pero valga un ejemplo ilustrativo: existen en nuestro país muchos doctores homeópatas. O lo que es lo mismo, médicos de carrera que han decidido libremente emplear ese modo de atender a sus pacientes y esto no es nuevo, de hecho ya en el siglo XIX existía en Madrid un hospital homeopático. Éste tuvo que acabar cerrando por presiones similares a las que hoy estamos viviendo. En otros países de Europa, sin embargo, la homeopatía siguió ejercitándose y desarrollándose con normalidad hasta nuestros días. ¿Por qué? Porque es un modo más de hacer medicina. No obstante, aquí vuelven a la carga contra los que no piensan como ustedes o no se dejan manipular.

Otro ejemplo, muy simple y entendible: yo mismo llevo casi dos décadas aliviando mis propios y eventuales dolores comunes de cabeza (y los de cientos de personas a estas alturas), con una simple manipulación de presión en la base del cráneo. Según mi propia estadística, con un muestreo –insisto- de cientos de personas en varios países, tal remedio arroja una efectividad que se acerca al cien por cien. Ustedes deberían saber esto y enseñarlo a los pacientes. ¿O es que es mejor un analgésico, que no sólo supone un innecesario gasto de dinero –por pequeño que sea- sino que puede acarrear molestias gastrointestinales u otras?

Hagamos lugar aquí para el sentido común y el verdadero espíritu científico, que persigue el conocimiento allá donde se encuentre, sin prejuicios ni intereses ulteriores que se aparten de la búsqueda de la verdad. ¿Qué las medicinas tradicionales y terapias complementarias o alternativas no funcionan en el cien por cien de los casos? No, desde luego que no. ¿Lo hace la medicina alopática? Tampoco. ¿Qué la eficacia de la medicina alopática puede ser confirmada de modo experimental? Cierto. ¿Y las otras? También. Sin embargo, ustedes sostienen que estas últimas “no son ciencia de ninguna manera” y la otra, la que ustedes ejercen, sí y además, la única aceptable.

¿Qué existe una situación de caos en el sector de las terapias y medicinas tradicionales y complementarias, por lo que es pertinente introducir un orden? Completamente de acuerdo, pero no creo que el modo más eficaz sea valerse de su posición de poder para generar una situación paranoide a escala social, incitando a denunciar a criminales. ¿Criminales quienes dedican de verdad su vida y esfuerzos a la salud de sus conciudadanos, personas ampliamente cultivadas y suficientemente formadas y capacitadas, cuyas hojas de servicios incluyen cientos –si no miles- de casos de ayuda efectiva a enfermos? ¿Se han vuelto ustedes locos o es que son realmente perversos?

Visto de otro modo: si desgraciadamente un paciente no logra curarse dentro de la medicina alopática, la respuesta esperada es “hemos hecho todo lo que hemos podido y hay que aceptar que hasta aquí llegó nuestro conocimiento y nuestra capacidad”. No hay necesidad de recurrir a estadísticas sobradamente conocidas y fácilmente consultables para ver el índice (muy significativo) de “fracaso” de la ciencia médica alopática. Y eso sí que le preocupa a cualquier médico o profesional sanitario que merezca la honra de serlo y ejercitarlo.

En mi propio caso, he presenciado o sufrido muchas veces tales “fracasos” y hoy en día en mi propia familia, convivimos con terribles secuelas de errores médicos o de la insuficiencia de recursos y conocimiento.

¿Por eso vamos a declarar criminales a los médicos y profesionales sanitarios? ¿A invalidar la medicina alopática? ¿A levantar corrientes sociales de enfrentamiento? DESDE LUEGO QUE NO. También la medicina alopática nos ha ayudado en muchos casos y he conocido a médicos extraordinarios; curiosamente, todos ellos tenían la mente mucho más abierta de lo que ustedes muestran tener, por lo que su comportamiento de ustedes no va a poder mitigar mi agradecimiento hacia ellos y hacia la medicina alopática bien aplicada. Ni podrá menoscabar el que también siento hacia las otras medicinas y terapias complementarias y naturales y a los profesionales que las aplican, a los que también recurrimos a menudo, con óptimos resultados durante años.

Aquí se trata de deslindar y separar la creencia del conocimiento veraz, la opinión ideológica de la certeza experimental. Y de discernir qué está basado en la verdadera ciencia y el espíritu de servicio verdadero a la ciudadanía y qué en la arrogancia, los intereses personales ocultos y el abuso de poder.

Permítanme decirles que si ustedes de verdad desearan el bienestar y la salud de la población, no estarían haciendo esto, sino publicando informes para abrir caminos de investigación seria, imparcial y bienintencionada de todas esas técnicas y conocimientos que ustedes demonizan, con el fin de completar y expandir la ciencia médica y terapéutica en beneficio de toda la sociedad, ya que hay innumerables evidencias que demuestran, en la praxis diaria, que muchas de esas técnicas funcionan, como saben y aplican muchos de sus propios colegas médicos y profesionales sanitarios.

¿Cómo funcionan y para qué situaciones y casos? Investiguémoslo, prestémosles atención a los numerosos estudios serios, rigurosos e imparciales que existen, profundicemos en ello, abordémoslo con intención verdadera de aprender, comprender y crecer. Eso es lo que dicta el verdadero espíritu científico y la buena intención verdadera hacia la sociedad en su conjunto.

Pero ustedes, que se llaman a sí mismos científicos, no hablan de la compleja y rica realidad que los estudios de uno y otro lado reflejan, sino que lanzan una argumentación que más parece provenir de un ímpetu religioso con tintes fanáticos, basándose en datos escogidos y empleados intencionadamente, no para asentar una verdad empírica, sino para demostrar que tienen razón, en tanto difaman u ocultan aquellos que no les sirven para su campaña de terror. Eso se llama manipulación malintencionada, señores y señoras míos.

¿Qué hay charlatanes en el contexto de las Medicinas y Terapias Complementarias o Alternativas? Sí. ¿Qué existe mala praxis en algunos casos? También. De todo ello igualmente hay en la medicina alopática, en la ingeniería, en el taxi y en todos los lugares y disciplinas. Ni el hecho de poseer un título académico garantiza una buena praxis, ni la existencia de charlatanes invalida el conocimiento que pretenden detentar, eso es lo que dicta el puro sentido común, avalado por la experiencia. Y es preciso desenmascararles, completamente de acuerdo. A todos y en todos los ámbitos. Incluidas su instituciones.

Hay que hacerlo en todos los ámbitos, insisto, también en la medicina alopática, que los hay. Yo los he vivido y les aseguro que a duras penas contengo mi indignación, pues lo que nos ha sucedido a mí, a mi familia, allegados y conocidos con médicos en algunas ocasiones, es muy grave; ya no sólo por sus errores, sino sobre todo por su arrogancia que les impide reconocer que se están equivocando, agravando con ello dichos errores. Todos estamos sujetos a error, los médicos también, los terapeutas también, los astronautas también. Si yo no tengo ese factor en cuenta, me volveré un “paranoico” que andará denunciando todo aquello que no se ajusta a mi visión del mundo o no ha producido el resultado que yo esperaba.

Si nuestro objetivo (no de su Colegio, sino de toda la sociedad) es realmente cuidar de la salud de la población, se muestra a todas luces más eficaz trabajar juntos desde todos los ámbitos, incorporando -con espíritu investigador de verdad- todo aquello que comprobemos que funciona, que erigirse en autoridad infalible y mandar a la hoguera a los que no estén de acuerdo con lo que a ustedes les parece. Se me ponen los pelos de punta al oler la chamusquina inquisitorial de su proceder.

¿Hablamos del oneroso caso de la gripe A, que tanto miedo trató de generar en la sociedad y que acabó con un resultado simple: millones de euros gastados (y depositados por ende en las arcas de alguna farmacéutica) en una vacuna que apenas se utilizó porque la población optó por no hacerlo, sin que ello redundara en ninguna alarma sanitaria real ni de lejos? Esta vez les falló la maquinaria de propaganda, los ciudadanos no somos tan manipulables como ustedes parecen creer.

¿Ah, que fue un error? Pues según su propia lógica, habría que criminalizarles a ustedes, algo que está –obviamente- fuera de lugar desde mi punto de vista. ¿O no? ¿Se puede considerar crimen la malversación intencionada de la información veraz y el lanzamiento de una campaña de miedo infundada, desde una institución importantísima y de necesario prestigio como la suya, a escala de una nación? Esa es una buena pregunta.

¿Hablamos de los intentos de algunos agentes sociales y autoridades para que se obligue vía legal a la población a vacunarse, incluidos cambios subrepticios en la legislación de España –publicados en el BOE- para obligar por ley a la ciudadanía libre a hacer lo que ustedes manden, bajo la excusa de “protección de la sociedad frente a epidemias o pandemias”? ¿De la pancarta que, colgada en la fachada del Colegio de Médicos de Madrid, rezaba “no toques, no beses, di hola”, como si estuviéramos en un brote de peste bubónica (permítaseme la exageración)?

Ustedes son médicos, o deberían, por tanto saben –o deberían- que el miedo genera un proceso interno hormonal e inmunológico que acaba mermando la capacidad del organismo de defenderse de ataques. ¿Para cuidar de nuestra salud nos tratan de inducir a un estado de psicosis colectiva? ¿Basándose en qué? ¿En la ciencia? La propia OMS reconocía que la pandemia de Gripe A no era tal en función de su gravedad, sino de su amplia difusión geográfica.

A pesar de ello, el Colegio de Médicos decidió que, basándose en las pruebas científicas (¿?!), había que apoyar y aconsejar que los resortes del Estado se movieran para vacunar masivamente, advertir a la población de la amenaza y gastar unos recursos económicos valiosísimos (estábamos en «crisis», ¿recuerdan?) en vacunas, para luego tirarlas a la basura (o enviarlas al Tercer mundo, igual que con la ropa usada). Todo, contra una «terrible pandemia» que causó y causa menos mortandad que la gripe común o los accidentes domésticos.

¿Hablamos de los medicamentos que han tenido que ser retirados de la circulación por atentar directamente contra la salud de quienes los consumían? ¿Hablamos de muertes o daños graves en pacientes por errores de diagnóstico o por efectos secundarios? ¿Hablamos de estadísticas de mortandad ocasionada por los medicamentos a nivel nacional o europeo? ¿O de mi caso particular, que tengo una buena lista de asuntos que la medicina alopática nunca pudo resolver, por lo que tuve que buscar, tras años de sufrir y vagar de consulta en consulta, las soluciones por otro lado hasta que las hallé?

¿O de cuando un médico me quería convertir en enfermo crónico a tenor de los resultados de una analítica rutinaria, rechazando sin más mis argumentos en contra de su parecer, argumentos que eran absoluta y puramente científicos y que contradecían su versión? No los rechazaba porque fueran infundados, sino porque –según sus propias palabras- yo no estaba en situación de discutirle… ¿hola, perdona, lol? ¿Me he perdido algo? ¿Yo no tengo nada que decir al respecto de mi propia salud?

Aquel médico llegó a levantar la voz, para espetarme con soberbia que yo estaba enfermo y que tenía que medicarme y dejar de hacer esto y lo otro por el resto de mis días. Casi me acusó de “amenaza social”. 15 años después de aquel vergonzoso episodio y tras irme de aquella consulta sin hacer ni caso a lo que aquel señor me intentaba obligar a hacer, mi salud sigue siendo óptima y no gracias precisamente a la medicina alopática que aquel médico aplicaba.

Y no me vanaglorio de haber tenido razón, carajo, sino que me alegro con todo mi ser de no haberme dejado amedrentar y haber seguido mi propio criterio, gracias a lo cual hoy sigo siendo un tipo saludable y en plena forma que no toma ninguna medicación de ningún tipo.

Tengo suficientes razones para enviarles esta carta abierta pues, señores y señoras todos. A pesar de todo lo expuesto y de lo mucho más que no tiene cabida aquí, me esfuerzo –espero que sea notorio- por no dejarme llevar por la indignación y en su lugar, emplear el sentido común, el cual me dice que la medicina alopática es excelente, sí, pero no es infalible. Ninguna disciplina terapéutica o curativa lo es.

Y aunque lo fuera, es la praxis de cada uno (y sobre todo el cuidado que el propio paciente pone en curarse) lo que determina su eficacia. Ustedes en su informe no se mueven por un espíritu científico. Cualquiera interesado en ciencia sabe que continuamente nuevos descubrimientos están poniendo en solfa todo lo que se supone que sabemos. Lo poco que sabemos es útil, desde luego, pero adoptar la posición de quien está en posesión de la verdad absoluta no sólo es arrogante, en este caso además es peligroso. Y lo que está en peligro, es nuestra salud. Entiendan, pues, que me permita la libertad de dirigirme a ustedes en estos términos.

Conozco casos de gente a la que la medicina alopática ha curado y casos de gente a quienes –no sólo no ha curado- sino que ha provocado o acelerado su muerte, o dejado secuelas gravísimas y de por vida. Mi sentido común me dice que errar es humano, por ello:

Si hay algo execrable en sus maniobras, es que se arroguen ustedes el derecho de pasar por alto, sin más explicaciones, los errores y/o insuficiencias de la medicina alopática y de su ejercicio, para con ello y enarbolando la bandera de “la única medicina posible y verdadera”, lanzar una malintencionada campaña difamatoria con el objetivo de ejercer un intolerable abuso de poder, destinado a imponernos por ley el modo en que hemos de cuidar de nuestra salud.

Señores y señoras, esta es una carta en defensa de la verdad y la libertad, contra las que ustedes están atentando de modo grave, muy grave; hasta el punto de que en mi caso, exijo como ciudadano libre, consciente, responsable y soberano, la inmediata rectificación del consejo rector de la Organización Médica Colegial de España y sus aliados políticos e institucionales en esta campaña, por ser difamatoria y perseguir una inaceptable criminalización de las Medicinas y Terapias Tradicionales, Complementarias y Alternativas, llevada a cabo con argumentos pseudo-científicos malintencionados, falseados y manipulados.

Y denuncio la aquiescencia y colaboración de muchos medios de comunicación masivos en la misma. Que salga en las noticias que alguien desgraciadamente murió por HABER DECIDIDO COMO ADULTO LIBRE Y CONSCIENTE DE QUÉ MODO QUERÍA TRATAR SU ENFERMEDAD, no invalida las medicinas tradicionales y las terapias complementarias y alternativas. “Medicina” o “Terapia” no son palabras que ustedes puedan poseer y manejar a su antojo. Si esa misma persona hubiera muerto a causa de los efectos secundarios de la quimio (por ejemplo, algo que se da con suficiente frecuencia como para ser tenido en cuenta), no hubiera salido en las noticias. Es normal, ¿no?

Tampoco salen en las noticias los innumerables casos de personas que resuelven sus problemas de salud con medicinas tradicionales y terapias complementarias o alternativas, porque eso TAMBIÉN ES NORMAL que suceda. La manipulación artera que hacen ustedes de los datos es digna de ser señalada con el dedo y desenmascarada.

No tengo pruebas de qué interés oculto hay detrás de esta campaña de caza de brujas (aunque me lo puedo imaginar…), pero no les vamos a dejar que lo hagan, pues no hay brujas que cazar. A ustedes no les preocupa la salud de la población al hacer este movimiento. Si de verdad fuera así, insisto, dedicarían fondos, recursos y tiempo a investigar todas aquellas técnicas que FUNCIONAN y las integrarían en el sistema de salud y en la ciencia médica, como hacen muchos profesionales de la medicina y sanitarios ya no sólo en España, sino en todos los países de nuestro entorno cultural y geopolítico.

Como ciudadano comprometido con la buena marcha de nuestra sociedad, exijo que detengan inmediatamente esa campaña de terror. Si lo que quieren es credibilidad, actúen con la misma, pues su argumentación es refutable incluso por un lego en medicina como yo (lego en medicina, que no ignorante). El respeto que ustedes merecen no dimana de sus titulaciones o cargos, señores y señoras, sino de sus actos.

El respeto que merecen –por otra parte- no es mayor que el que merece cualquier otro ciudadano de bien por las mismas razones, ni por el mero hecho de ser médicos, políticos o “autoridades en la materia”, tienen ustedes patente de corso para tratar de obligar a los ciudadanos -¡por ley!- a tratar nuestros problemas de salud como ustedes decidan. Es tan autoritario, arbitrario y opresivo lo que están haciendo, que me preocupa hondamente, pues ver cómo la cúpula del Colegio de Médicos español (aliado convenientemente con una fuerza política como Ciudadanos) está generando tamaño despropósito a escala social, me hace saltar todas las alarmas.

Ustedes sirven a la sociedad, escúchenla pues y bájense de su trono de infalibilidad y autoridad científica y política, de su tendencia tiránica a erigirse en árbitros de lo que le conviene a un individuo, para hacer honor a la verdad. Pues la verdad es que la Homeopatía funciona (puedo dar fe de ello, como otros miles de personas), el Reiki funciona (puedo dar fe de ello, como otros miles de personas), la Osteopatía funciona (puedo dar fe de ello, como otros miles de personas) y así muchas más. ¿Qué no en todos los casos? Nada lo hace. ¿Qué no hay evidencia científica? Sí la hay, otra cosa es que ustedes la nieguen y la difamen.

No, ustedes no van a decidir cómo me trato yo -si lo necesitara- y con qué métodos. De ninguna de las maneras, pues de hecho, están ustedes atentando contra el espíritu de nuestra Constitución, contra la libertad de pensamiento, creencia y acción de todo ciudadano, pretendiendo encerrarnos en una forma de medicina que ni es infalible, ni única. Aunque eso sí, muy rentable para algunos.

Para terminar y con ánimo constructivo, les invito a iniciar y promover un debate social que considero de una importancia capital: la cuestión de la libertad, que tanto se exhibe en textos e idearios y tan poco se lleva a la práctica. Libertad del paciente de someterse a los cuidados que, como persona adulta y en posesión plena de sus facultades, decida y escoja; libertad incluso de no tratarse, si así lo considera oportuno; libertad de morir con dignidad y según la propia inclinación; libertad de acceder, conocer y practicar otros métodos de sanación que –mejores o peores- funcionan contrastadamente. Libertad, por último, de ser adultos.

En mi caso como en el de otros muchos según me consta, no necesito que nadie me trate como a un niño indefenso, que nadie me salve de mi ignorancia, que nadie me diga lo que debo hacer. Si quieren algo así, métanse en una máquina del tiempo y regresen al odioso tiempo donde, en este país como en muchos otros, había que obedecer y punto.

Espero de su buen sentido, de su buena intención y de su supuesta formación humana, que hagan verdadero honor a los puestos y cargos que detentan y reconsideren su postura y actos, en pro de una mejor convivencia, del respeto a la verdad, del verdadero espíritu científico, del verdadero avance social y humano y del verdadero interés por la salud de los ciudadanos y ciudadanas de este lugar del mundo. Gracias por su atención.

Un chamán en la oficina